La eterna agonía de un porqué sin respuesta...
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martes, 14 de mayo de 2013

La Torre

Despertó como quien despierta después de un fuerte golpe en la cabeza. Parpadeó un par de veces cegados por la luz de la habitación. Poco a poco fue moviendo sus brazos, sus piernas, hasta que consiguió ponerse en pie, aun confuso y mareado. Frente a él, una dantesca figura tendía dos extremidades largas y delgadas en sonada reverencia.

-Bienvenido. Pronunció aquel ser sin boca. Estás en el primer piso de la torre.

Desde el suelo nacía una espesa niebla grisácea, las paredes. Lejanas a su posición se alzaban infinitas hasta un techo que apenas llegaba a ser visto por los ojos. El lugar estaba iluminado con curiosa disposición de claroscuros: tenues luces de velas iluminaban el inmenso habitáculo en el que se encontraba y una pequeña ventana románica alumbraba la posición donde había aparecido el muchacho. Se le ocurrió la posibilidad de que tal vez hubiera caído desde aquella luz tan intensa que provenía de allí arriba. Pero aun así no entendía nada. ¿Qué diantre estaba haciendo en aquel lugar? Lo cierto era que sentía una agradable sensación cálida y protectora, sin embargo otro sentimiento se debatía con aquel: necesidad de respuestas.

Parecía estar al término de un largo pasillo porque al volver la vista atrás las paredes de sus dos lados continuaban largo y tendido hasta sumirse en nada más que tinieblas. Con la cara anonadada en la espesura en la que desaparecían esas dos monstruosas creaciones térreas, el ser que antes se le había dirigido, volvió a hacerlo.

-Bienvenido. Repitió. Estás en el primer piso de la torre.

Él joven volvió la vista al frente, a su acompañante. Intento hablar, más no pudo. Sintió que el aire que le envolvía tenía sellados sus labios y extrañado volvió a intentarlo con más esmero pero con el mismo éxito. Sus labios apenas se separaron, y mucho menos emitieron algún sonido.
De pronto, se descubrió desnudo. No es que antes no hubiese tenido conciencia de que lo estaba, sino que, repentinamente recordó que aquello era indebidamente bochornoso. Quiso vestirse mas no encontró con qué. Miró al monstruo buscando respuestas y éste pareció haberle leído el pensamiento al completo con su siguiente intervención.

-No es tu tiempo de hablar, pues la banalidad no debe ser dicha, preguntas sin fin desbordan tu mente y tu ánimo, todas ellas tienen respuesta y se hayan aquí, en la Torre. El motivo de tu nula vestimenta te será revelado con mi siguiente explicación, no temas nada.
Estás aquí con un motivo, el cual aun no es hora de que te sea conocido. Dentro de la luz en la que te encuentras estás seguro, es la única zona de la torre en la que no notarás carencia alguna pero si estás aquí no es para quedarte en ella, tarde o temprano saldrás no buscando nada con ello, será una inquietud lo que te mueva, así como fue una inquietud la que te trajo aquí. Esto no puedes comprenderlo todavía pero dentro de poco tus dudas encontrarán su ansiada respuesta.

Él aun estaba confuso pero comenzaba a comprender algunas palabras, lejanas informaciones. Avanzó un par de pasos y salió de cálida y envolvente luz, para sumergirse en un tenue frío que le heló los huesos y le hundió el ánimo. Se abrazó los hombros.

-Bien. Continuó la extraña abominación. -En cada uno de los pisos encontrarás algo que deberás hacer para avanzar al siguiente nivel. Una determinada tarea.

De pronto comprendía sus palabras correctamente, fue hilando cabos, al parecer se encontraba en una torre, multitud de preguntas resurgieron con esta información, y iba a tener que hacer algún trabajo en cada uno de los pisos de la torre al parecer.

-¿lo comprendes? bien. En este primer piso deberás cortar con esta tijera... -Dijo al tiempo que le acercaba en uno de sus brazos una tijera de extraño diseño.- ...una flor violeta. Mas sólo una flor violeta será lo que cortes con ella.

Así pues, tomó el útil.
En la esquina de una de las paredes laterales con la que tenía enfrente se abrió un pasillo de un par de centímetros. No hizo falta ninguna explicación, el camino estaba abierto para él. Avanzó a tientas hacia la oscuridad que desprendía el pasillo.
Tuvo que avanzar de lado pues su espalda no cabía recta por el hueco.
El pasillo era cuanto menos siniestro, parecía que en cualquier momento las paredes fueran a unirse y a aplastarle en aquella inmensidad pétrea pero nada conseguiría solo haciéndose preguntas que ni tan siquiera lograba formular. El único que parecía saber algo de aquella situación era aquel ser y todo cuanto buscaba era lo que él había prometido, parecía saber todo cuanto pensaba, y también el motivo por el que él estaba allí. Su única posibilidad de sacar algo en claro en aquel momento era jugar con las reglas del juego.
Siguió avanzando sin descuidar un segundo en su mancha hasta que la luz se fue haciendo de nuevo en el pasillo y éste concluyó en una nueva habitación.

El nuevo lugar estaba mejor iluminado, amplias ventanas góticas iluminaban el sitio con la luz del alba. La nueva habitación era cuadrada y él había aparecido por uno de los vértices de dicha figura.
Frente a él una enmarañada planta se retorcía sinuosa como una maraña de serpientes de hiedra y madreselvas con un gran grosor en algunas de sus ramas. Todo el conjunto de estas ramificaciones se elevaba hasta una considerable altura, y en lo alto de la construcción boscosa: una pequeña flor violeta.

Desde hacía un buen rato llevaba barruntándose que podría significar todo aquello. Empezaba a intuir cual era el motivo, la torre... respuestas... un encargo a cambio de avanzar de piso.... empezaba a entrelazar datos, aun algo confusos pero cada vez con más consistencia y se encontraba dispuesto a lidiar con lo que fuera, ya fuera una creación monstruosa o una simple flor. Si aquella torre le iba a dar respuestas, estaba dispuesto a recorrerla en su totalidad. Parecía que su única razón de ser en ese momento era la expectativa de certezas de un mundo completamente desconocido.

Así pues posó con algo de incertidumbre un pie sobre unas ramas, luego el otro, y así siguió caminando entre el follaje que no parecía molesto con su presencia. Así pues, tras el primer contacto, el joven descuidó su andar y perdió cuidado de donde asentaba el pie.
La planta encolerizó. Envió una rama que le agarró un tobillo, luego otra, una muñeca y de ésta se deslizó por todo el brazo hasta el hombro y de ahí al rodearle el torso. El chico, en desequilibrio hizo aspavientos intentando liberarse. Se resistió de esa y de aquella manera, más fue inútil, el lazo no cedió. Las tijeras cayeron al suelo con estrépito. Poco después, suspendido en el aire, el joven  se resistía a un agarre que le tenía por completo preso. Y cuanto más oposición presentaba más fuertes se volvían las ataduras, empezaron a mermar el pulso por sus extremidades y una rama en el cuello resto su respiración. Desesperado se resistía con inútiles fuerzas al agarre hasta que perdió el conocimiento de forma definitiva.


Volvió en sí varias horas después. De nuevo estaba ante la planta. Se levantó con torpeza, dolorido, pero con determinación. Una vez se hubo repuesto respiró hondo y profundo. Volvió a retomar el paso, ahora con más clama y paciencia. Volvió a volcar su peso sobre la planta. A cada paso sentía el movimiento lento y paciente de las ramas y con cada contacto emitía una sorda disculpa a la planta.
Tan sólo tenía que reflexionar: la planta era parte de la torre, todo en realidad era parte la torre misma, y no se la debía tratar con desprecio o considerar alguno de sus elementos despreciable o carente de importancia, todo en ella tenia un sentido, una razón de ser, cada pequeña parte cumplía su función y debía ser respetada.
Llegó a la cima, esta vez sin represalia alguna, y con la tijera cortó la flor que se le había mandado.
De inmediato, la planta se alteró en gran medida, sus ramas empezaron a poblar las altas paredes al completo, invadió la habitación entera; tapió las ventanas y todo se oscureció. Él con la flor en una mano y la tijera en la otra no se movió en absoluto, contemplaba con asombro la reacción, pero no se alteró. Una rama de nuevo se dirigió a su cuello y lo estrechó, pero no con desmesurada fuerza.
Tras unos largos segundos en que la escena quedó congelada, el joven dejó caer las tijeras y tendió suavemente el brazo con la flor en la palma de su mano hacia delante.
Así pues, la rama se retiró de su cuello, habiendo comprobado que el joven, no sólo respetaba ya a la torre, sino que la obedecía fielmente.

El joven volvió a respirar hondo, se llevó las manos a las magulladuras que tenía a causa de las cepas que le habían dejado marcas anteriormente por todo el cuerpo.


El extraño ser de antes volvió a aparecer frente a él. Esta vez, no fue la luz que lo delató, sino su voz.

-Te felicito. Has realizado la tarea del primer piso. Observo con agrado que has obtenido algunas de las respuestas que tenías con respecto a este lugar. También presumo que habrás notado que ahora te está permitido hablar.

Lo había notado, pero era consciente que no era su turno de hablar. Por ahora debía escuchar aquello que el indescriptible ente quisiera decirle.

-Yo soy uno de los vigilantes. Aquellos seres destinados a guardar y guiar a quienes pasan por nuestros pisos. Este piso es el de la ignorancia: llegas aquí sin saber nada, sin entender nada invadiendo un sitio desconocido. Has logrado cumplir la tarea que te asigné guiándote como una persona debe comportarse en un entorno desconocido: con humildad, respeto y prudencia, tal como tú te has conducido. Ahora dime ¿Por qué estas aquí?

-Para saber quién soy en realidad. Ese es el motivo por el que entré en la torre. Ella me brindó la posibilidad de conocerlo, esto lo supe una vez salí de la luz. Al salir fuera comprendí que aquella zona segura se sentía igual que, por así decirlo, yo mismo, como un vientre materno. Era un sitio agradable, sin duda, pero nada obtenía quedándome solo allí. No se bien como expresarlo. Cuando salí me di cuenta de que esa luz es un trozo de mi dentro de la torre y mi cuerpo aquí presente es sólo una representación metafísica, sólo es mi voluntad que busca respuestas, como un alumno que invade el saber de su maestro en busca de verdad.

-Así es. El primer piso busca enseñar a aquel que busca como ha de comportarse en la vida. Has hecho cuanto se pedía conduciéndote con obediencia, calma y sosiego. La torre te ha brindado una oportunidad y tú la has correspondido con confianza ciega, cumpliendo aquello que te solicitó y no te desanimaste tras el primer desatino sino que buscaste la forma idónea para realizar la actividad que te encomendó. Has completado la primera tarea, ahora, sin olvidar lo que aquí has aprendido, asciende al segundo piso.