Despertó como quien despierta después de un
fuerte golpe en la cabeza. Parpadeó un par de veces cegados por la luz de la
habitación. Poco a poco fue moviendo sus brazos, sus piernas, hasta que
consiguió ponerse en pie, aun confuso y mareado. Frente a él, una dantesca
figura tendía dos extremidades largas y delgadas en sonada reverencia.
-Bienvenido. Pronunció aquel ser sin boca. Estás
en el primer piso de la torre.
Desde el suelo nacía una espesa niebla grisácea,
las paredes. Lejanas a su posición se alzaban infinitas hasta un techo que
apenas llegaba a ser visto por los ojos. El lugar estaba iluminado con curiosa
disposición de claroscuros: tenues luces de velas iluminaban el inmenso
habitáculo en el que se encontraba y una pequeña ventana románica alumbraba la
posición donde había aparecido el muchacho. Se le ocurrió la posibilidad de que
tal vez hubiera caído desde aquella luz tan intensa que provenía de allí
arriba. Pero aun así no entendía nada. ¿Qué diantre estaba haciendo en aquel lugar?
Lo cierto era que sentía una agradable sensación cálida y protectora, sin
embargo otro sentimiento se debatía con aquel: necesidad de respuestas.
Parecía estar al término de un largo pasillo
porque al volver la vista atrás las paredes de sus dos lados continuaban largo
y tendido hasta sumirse en nada más que tinieblas. Con la cara anonadada en la
espesura en la que desaparecían esas dos monstruosas creaciones térreas, el ser
que antes se le había dirigido, volvió a hacerlo.
-Bienvenido. Repitió. Estás en el primer piso de
la torre.
Él joven volvió la vista al frente, a su
acompañante. Intento hablar, más no pudo. Sintió que el aire que le envolvía
tenía sellados sus labios y extrañado volvió a intentarlo con más esmero pero
con el mismo éxito. Sus labios apenas se separaron, y mucho menos emitieron
algún sonido.
De pronto, se descubrió desnudo. No es que antes
no hubiese tenido conciencia de que lo estaba, sino que, repentinamente recordó
que aquello era indebidamente bochornoso. Quiso vestirse mas no encontró con
qué. Miró al monstruo buscando respuestas y éste pareció haberle leído el
pensamiento al completo con su siguiente intervención.
-No es tu tiempo de hablar, pues la banalidad no
debe ser dicha, preguntas sin fin desbordan tu mente y tu ánimo, todas ellas
tienen respuesta y se hayan aquí, en la Torre. El motivo de tu nula vestimenta te será
revelado con mi siguiente explicación, no temas nada.
Estás aquí con un motivo, el cual aun no es hora
de que te sea conocido. Dentro de la luz en la que te encuentras estás seguro,
es la única zona de la torre en la que no notarás carencia alguna pero si estás
aquí no es para quedarte en ella, tarde o temprano saldrás no buscando nada con
ello, será una inquietud lo que te mueva, así como fue una inquietud la que te
trajo aquí. Esto no puedes comprenderlo todavía pero dentro de poco tus dudas
encontrarán su ansiada respuesta.
Él aun estaba confuso pero comenzaba a comprender
algunas palabras, lejanas informaciones. Avanzó un par de pasos y salió de cálida
y envolvente luz, para sumergirse en un tenue frío que le heló los huesos y le
hundió el ánimo. Se abrazó los hombros.
-Bien. Continuó la extraña abominación. -En cada
uno de los pisos encontrarás algo que deberás hacer para avanzar al siguiente
nivel. Una determinada tarea.
De pronto comprendía sus palabras correctamente,
fue hilando cabos, al parecer se encontraba en una torre, multitud de preguntas
resurgieron con esta información, y iba a tener que hacer algún trabajo en cada
uno de los pisos de la torre al parecer.
-¿lo comprendes? bien. En este primer piso
deberás cortar con esta tijera... -Dijo al tiempo que le acercaba en uno de sus
brazos una tijera de extraño diseño.- ...una flor violeta. Mas sólo una flor
violeta será lo que cortes con ella.
Así pues, tomó el útil.
En la esquina de una de las paredes laterales con
la que tenía enfrente se abrió un pasillo de un par de centímetros. No hizo
falta ninguna explicación, el camino estaba abierto para él. Avanzó a tientas
hacia la oscuridad que desprendía el pasillo.
Tuvo que avanzar de lado pues su espalda no cabía
recta por el hueco.
El pasillo era cuanto menos siniestro, parecía
que en cualquier momento las paredes fueran a unirse y a aplastarle en aquella
inmensidad pétrea pero nada conseguiría solo haciéndose preguntas que ni tan
siquiera lograba formular. El único que parecía saber algo de aquella situación
era aquel ser y todo cuanto buscaba era lo que él había prometido, parecía
saber todo cuanto pensaba, y también el motivo por el que él estaba allí. Su
única posibilidad de sacar algo en claro en aquel momento era jugar con las
reglas del juego.
Siguió avanzando sin descuidar un segundo en su
mancha hasta que la luz se fue haciendo de nuevo en el pasillo y éste concluyó
en una nueva habitación.
El nuevo lugar estaba mejor iluminado, amplias
ventanas góticas iluminaban el sitio con la luz del alba. La nueva habitación
era cuadrada y él había aparecido por uno de los vértices de dicha figura.
Frente a él una enmarañada planta se retorcía
sinuosa como una maraña de serpientes de hiedra y madreselvas con un gran
grosor en algunas de sus ramas. Todo el conjunto de estas ramificaciones se
elevaba hasta una considerable altura, y en lo alto de la construcción boscosa:
una pequeña flor violeta.
Desde hacía un buen rato llevaba barruntándose
que podría significar todo aquello. Empezaba a intuir cual era el motivo, la
torre... respuestas... un encargo a cambio de avanzar de piso.... empezaba a
entrelazar datos, aun algo confusos pero cada vez con más consistencia y se
encontraba dispuesto a lidiar con lo que fuera, ya fuera una creación
monstruosa o una simple flor. Si aquella torre le iba a dar respuestas, estaba
dispuesto a recorrerla en su totalidad. Parecía que su única razón de ser en
ese momento era la expectativa de certezas de un mundo completamente
desconocido.
Así pues posó con algo de incertidumbre un pie
sobre unas ramas, luego el otro, y así siguió caminando entre el follaje que no
parecía molesto con su presencia. Así pues, tras el primer contacto, el joven
descuidó su andar y perdió cuidado de donde asentaba el pie.
La planta encolerizó. Envió una rama que le agarró
un tobillo, luego otra, una muñeca y de ésta se deslizó por todo el brazo hasta
el hombro y de ahí al rodearle el torso. El chico, en desequilibrio hizo
aspavientos intentando liberarse. Se resistió de esa y de aquella manera, más
fue inútil, el lazo no cedió. Las tijeras cayeron al suelo con estrépito. Poco
después, suspendido en el aire, el joven se resistía a un agarre que le
tenía por completo preso. Y cuanto más oposición presentaba más fuertes se
volvían las ataduras, empezaron a mermar el pulso por sus extremidades y una
rama en el cuello resto su respiración. Desesperado se resistía con inútiles
fuerzas al agarre hasta que perdió el conocimiento de forma definitiva.
Volvió en sí varias horas después. De nuevo
estaba ante la planta. Se levantó con torpeza, dolorido, pero con
determinación. Una vez se hubo repuesto respiró hondo y profundo. Volvió a
retomar el paso, ahora con más clama y paciencia. Volvió a volcar su peso sobre
la planta. A cada paso sentía el movimiento lento y paciente de las ramas y con
cada contacto emitía una sorda disculpa a la planta.
Tan sólo tenía que reflexionar: la planta era
parte de la torre, todo en realidad era parte la torre misma, y no se la debía
tratar con desprecio o considerar alguno de sus elementos despreciable o
carente de importancia, todo en ella tenia un sentido, una razón de ser, cada
pequeña parte cumplía su función y debía ser respetada.
Llegó a la cima, esta vez sin represalia alguna,
y con la tijera cortó la flor que se le había mandado.
De inmediato, la planta se alteró en gran medida,
sus ramas empezaron a poblar las altas paredes al completo, invadió la
habitación entera; tapió las ventanas y todo se oscureció. Él con la flor en
una mano y la tijera en la otra no se movió en absoluto, contemplaba con
asombro la reacción, pero no se alteró. Una rama de nuevo se dirigió a su cuello
y lo estrechó, pero no con desmesurada fuerza.
Tras unos largos segundos en que la escena quedó
congelada, el joven dejó caer las tijeras y tendió suavemente el brazo con la
flor en la palma de su mano hacia delante.
Así pues, la rama se retiró de su cuello,
habiendo comprobado que el joven, no sólo respetaba ya a la torre, sino que la
obedecía fielmente.
El joven volvió a respirar hondo, se llevó las
manos a las magulladuras que tenía a causa de las cepas que le habían dejado
marcas anteriormente por todo el cuerpo.
El extraño ser de antes volvió a aparecer frente
a él. Esta vez, no fue la luz que lo delató, sino su voz.
-Te felicito. Has realizado la tarea del primer
piso. Observo con agrado que has obtenido algunas de las respuestas que tenías con
respecto a este lugar. También presumo que habrás notado que ahora te está
permitido hablar.
Lo había notado, pero era consciente que no era
su turno de hablar. Por ahora debía escuchar aquello que el indescriptible ente
quisiera decirle.
-Yo soy uno de los vigilantes. Aquellos seres
destinados a guardar y guiar a quienes pasan por nuestros pisos. Este piso es
el de la ignorancia: llegas aquí sin saber nada, sin entender nada invadiendo
un sitio desconocido. Has logrado cumplir la tarea que te asigné guiándote como
una persona debe comportarse en un entorno desconocido: con humildad, respeto y
prudencia, tal como tú te has conducido. Ahora dime ¿Por qué estas aquí?
-Para saber quién soy en realidad. Ese es el
motivo por el que entré en la torre. Ella me brindó la posibilidad de
conocerlo, esto lo supe una vez salí de la luz. Al salir fuera comprendí que
aquella zona segura se sentía igual que, por así decirlo, yo mismo, como un
vientre materno. Era un sitio agradable, sin duda, pero nada obtenía quedándome
solo allí. No se bien como expresarlo. Cuando salí me di cuenta de que esa luz
es un trozo de mi dentro de la torre y mi cuerpo aquí presente es sólo una
representación metafísica, sólo es mi voluntad que busca respuestas, como un
alumno que invade el saber de su maestro en busca de verdad.
-Así es. El primer piso busca enseñar a aquel que
busca como ha de comportarse en la vida. Has hecho cuanto se pedía
conduciéndote con obediencia, calma y sosiego. La torre te ha brindado una
oportunidad y tú la has correspondido con confianza ciega, cumpliendo aquello
que te solicitó y no te desanimaste tras el primer desatino sino que buscaste
la forma idónea para realizar la actividad que te encomendó. Has completado la
primera tarea, ahora, sin olvidar lo que aquí has aprendido, asciende al
segundo piso.
Este relato no hay por donde cogerlo. Tiene infinidad de puntos débiles y cojéa de más de una pata. Para empezar al personaje le falta personalidad y verosimilitud, un narrador en 1º persona se lo podría haber dado y quizás hubiese sido lo más conveniente. Las situaciones surrealistas no deben alcanzar una resolución tan sencilla y faborable, y menos aun deben hacerlo con la celeridad y la despreocupación que yo se la he dado. Me he tomado poco tiempo para explicar detenidamente los sentimientos y las emociones y me he limitado a que el personaje principal obedeciera a las circunstancias sin oposición alguna. Utilizo elementos, tantas veces explotados aquí y allá que carecen de originalidad alguna. Intento usar burdamente la intriga pero sólo obtengo confusión e incredulidad. Configuro una situación poco veraz, no por la surrealidad de la escena, sino por la forma en que desarrollo los acontecimientos, proporciono la información y describo los elementos que aparecen.
ResponderEliminarEn conclusión esta entrada se queda para recordarme errores fatales, no para dar cuenta de un gran relato que merezca la pena pararse a disfrutar.
Aun así tengo mejores ideas para pisos posteriores que creo, relataré, esta vez, con algo más de acierto en mi estética.