Esperó. Esperó. Esperó....
Hasta desesperar
Y entonces suspiró
Y comenzó a llorar.
La flecha, su muerte
fue directa a encontrar
No había duda presente
Cupido, fue la casualidad
Hoy caminé por mi bosque
ahora en esencia otoñal
y la hallé entre los rastrojos
tirada en cualquier lugar
Alguien dañó aquella estrella,
quizás la suerte del errar
como una triste marioneta
sin hilo y con final
Bajo la tenue llovizna
bajo campanas de cristal
yace algodón mojado
implorando otro final
La luz de este bosque
quizás te lo pueda dar.
A ella le faltaba un príncipe y a mi una princesa. Pero eso no significa que sea ella y sea yo. Lástima que nunca sea ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario