Ellos no tenían nada en común. Era la primera vez que se veían. Pero cuando se cruzaron, se miraron a los ojos y cuando cortesmente se sonrieron vieron el uno en el otro lo que ambos compartían. Esa sonrisa y esa mirada pura y sincera que sólo las personas que han sufrido dolor en esta vida son capaces de mostrar, humildes y sinceras. Sus ojos acompasados con sus labios dijeron la verdad profunda de su corazón sin subterfugios extraños. Porque no hacia falta. Porque los dos eran humanos y no sentían vergüenza de serlo. Por eso el encuentro fue mágico. Porque las personas que autenticamente son, pueden hacer cosas tan increibles...
...Como aquel encuento
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