La eterna agonía de un porqué sin respuesta...

lunes, 25 de abril de 2016

La existencia es un plato que se sirve vacío


Este es el momento para decirte,
poesía, no eres tú, soy yo,
el antipoeta de los seres muertos

Los seres muertos nos miran desde abajo
con los ojos hundidos y la boca desorbitada
los seres muertos miran a los muertos
y los ven sucios y obscenos

El amor es una imagen del mundo
que se proyecta sobre la nada, plana
escondida la nada solo queda el insecto: amor
y una ciudad deshabitada
La ciudad deshabitada transita en trenes de seis vagones
desidia, comida, rutina, ruido, imagen y sueño

Yo hago el eterno viaje en el sexto vagón,
Algún insensato se sienta conmigo y le hablo entre sus sueños
de relaciones incestuosas y más barbaries freudianas
y en el séptimo vagón invisible, habita un ser recurrente
La poesía de la gente muerta.
los muertos nos miran desde abajo del séptimo vagón inexistente.
y ven a sus semejantes, siendo devorados por un insecto que le poliniza las orejas

Un insecto inventado llamado amor.

jueves, 21 de abril de 2016

Yo también necesito ser muchos para existir.

Quiero casarme contigo cuando se acabe el mundo
quiero hacer tantas cosas, maldita sea
Empiezo las frases con un verbo porque la acción lo precede a todo
Empiezo estas frases sin sentido con el deseo tácito
de casarme contigo cuando se acabe el mundo

Vengo de un planeta extraño
Soy extraño, es lo que trato de decir
Pero no lo soy de manera casual
es que pertenezco a un planeta extraño
y con esta justificación necesita ser suficiente

Tengo un sueño dormido y me veo a mí mismo soñando
soñar en descansar, dormir el sueño eterno
Sentir dormir, vivir la vida que me miento
Jugando a enamorarme de Rimbaud,
sólo por ser uno de esos jóvenes enamorados de Rimbaud.

¿Qué significa que el mundo se acabe?
significa que tal vez entonces nada importe
Y que, si nada importa, bailarás conmigo
Y en una casualidad tonta me creeré capaz
de hablar con esta boca de mudo
a ti, un simple animal finito
de hacernos la amistad un numero finito de veces
donde X tienda a infinito.

Además, si por alguna de aquellas mi estupidez y mi genialidad se ponen de acuerdo
y se van a tomar algo durante... ¿qué sé yo? quince minutos.
Y me dejan en paz un rato
tendré la humanidad suficiente para decirte que me pareces preciosa.
¡Ah si! y que si el mundo se acabara hoy, querría casarme contigo;
Eso es una metáfora. Antipoesía. Y ya. Fin.

domingo, 17 de abril de 2016

Todo suena mejor en inglés, blue boy (parte 4)


Me despierto, no recuerdo nada, nada en absoluto. Ni el día, ni el mes del año, ni nada de nada. Tengo la boca reseca, sensación de suciedad y sudor por todo el cuerpo, una resaca de campeonato y una erección contra el pantalón dolorosa y todo.
Por alguna razón o de alguna manera, una chica está encima de mí. Se despierta al moverme yo. Perdóname. Estoy en una habitación extraña. Era un salón. Había sillones y un sofá, pero yo y mi compañera habíamos despertado del suelo. Por cierto que frío hace. Lanzo un gemido gutural de dolor y cansancio. Me escurro por debajo del cuerpo. No puedo reparar en él, el dolor de cabeza me impide concentrarme en nada que no sea buscar agua.

Alcanzo la cocina. No hizo falta buscarla, sólo la separaba una península del salón. Bebo directamente del grifo. Me mojo la cabeza. La cocina estaba relativamente limpia a si que supuse que no era un piso de estudiantes. Llevo la ropa puesta a si que lo lógico habría sido pensar que no había tenido sexo con esa chica. Ella también iba vestida. Aun así quise pensar que había sucedido. Quise pensar que nos habíamos acostado.

Miro por la ventana. Un tragaluz. Una paloma está sobre una tubería dos pisos más allá. Para saber en qué piso estoy tengo que encaramarme a la ventana, mirar para abajo y contar pisos… y no me apetece, me duele todo demasiado. Me quito la camiseta. Me mojo la cara con el agua del grifo, la nuca y las axilas. Reparo en la chica que me mira. No entiendo su mirada. Diría que es curiosa, algo cansada y un poco molesta quizá… qué sé yo. Habla. Dice algo pero no la entiendo. Estoy ocupado lavándome. Le pido que me lo repita. No lo hace. Parece cambiar de opinión. Viene junto a mí. Me mira intensamente. Yo solo la siento, no la miro. No nos hablamos.

Se aleja, se hace un café que tarda entre tres y cinco minutos en preparar. Se lo toma mirándome. Le quiero pedir uno pero me siento cohibido. Finalmente me decido. Me giro y antes de que empiece a hablar, ella se percata de mi bulto en el pantalón.

-Si te resulta muy violento me tapo. Estas son cosas que no se pueden evitar.

-Está bien. No te preocupes.

Me sorprende que me deje terminar. Yo tardo en hablar, entre frases siempre hago pausas y respiro las palabras, nunca me acelero. He tardado cerca de cinco segundos en callar y ella habló después, suave, con un tono muy poco afectado. Me sorprendió que me dejara acabar. Logra que me sienta cómodo en esa situación, aquello tiene un mérito tremendo porque yo soy muy pudoroso con según que cosas.

-¿Puedo tomar café?

-Sírvete.

-¿Prefieres que me marche ahora?

-No.

No puedo saber si está siendo borde, o si está simplemente molida y no tiene ganas de hablar, o es que era así de concisa siempre. Es muy guapa, rubia, el pelo alborotado, el maquillaje ligeramente deshecho y la camisetilla con borlas y parafernalia variada que lleva estaba bastante arrugada. Aun así su aspecto es tierno, y eso que nunca me llamaron la atención las chicas rubias. Sus ojos son lo más maravilloso: apagados, hinchados, inexpresivos y fríos; hechos de una tristeza de color canela.

-¿Qué hago aquí?

Me decido al final a preguntar. Voy a por la cafetera. Ella me mira sin responder. Bajo unos shorts vaqueros asoman la fina goma de sus bragas que de forma mínima sobresalen a darme los buenos días. Pese a dolerme la cabeza horrores no dejo de pensar en quitarle la ropa y penetrarla sobre el banco de la cocina. Es poco elegante y cortés, lo sé, pero hay cosas que un hombre, a veces, no puede evitar. Es como la gravedad, puedes no hablar de ello pero siempre va a estar ahí. El caso es que mientras desayunaba sólo logré pensar en una única cosa.

-¿Sabes quién soy?

Reflexiono -He muerto y eres Dios.

Reflexiona. –Anoche pasaron algunas cosas ¿Te acuerdas de algo?

-Recuerdo la lluvia.

-Anoche no llovió.

-Entonces no recuerdo nada.

Toma café mientras mira al tragaluz. La imito. Continuo:

-¿Tuvimos sexo?

Tarda en responder. Concentrándose mucho en pensar sus palabras. Yo me acerco al banco me siento sobre él y subo mis pies, acurrucándome contra la pared. Llevo calcetines. No tengo ni idea de dónde están mis zapatillas. Vuelvo de nuevo a la ventana. La paloma se ha ido. Ahora queda la tubería y nada más. De hecho la tubería, sin la paloma, se parece más a la nada que a algo concreto. El animal me ha abandonado con una extraña. ¿He tenido sexo la noche anterior? Por Dios, ¡cuanto deseo que sí!

-No. -Dice finalmente, su voz me dice que es sincera- Pero, si te sirve de algo, me viste las tetas.

-No me sirve porque no me acuerdo. Te importaría….

-No voy a enseñarte mis tetas –adivina mi frase, era una petición poco elegante y descortés, pero quiero matizar que ese ruego no fue producto de la posibilidad que me ofrece mi libre albedrío, las palabras simplemente salieron de mi boca con la necesidad con que caen los objetos por acción de la gravedad- "¿No recuerdas nada de lo que pasó?", pregunta.

-No. ¿Podrías…?

Opto por no acabar la frase. Podía haber sido grosero por mi parte pedir detalles. Aun así ella me los ofrece.

-Ayer nos volvimos muy amigos. Estuvimos bebiendo y bromeando, caminamos por la calle hasta que nos cansamos y vinimos a mi casa. Seguimos bebiendo solos hasta acabar bastante cachondos. Tú te metiste con el tamaño de mis pechos y apostaste a que no podría masturbarte con ellos. Total que lo intentamos, -paró en este punto, reflexiona y añade-, no pude. Aun así tu mencionaste que te gustaban, empezaste a acariciarlos, luego yo a ti y… acabe haciéndote una felación.

-¡Qué locura! Y yo sin acordarme ¿Por qué no acabamos follando?

-No lo sé. Quizá no era buena idea. Hoy es domingo, por cierto, es trece de mayo. Feliz cumpleaños.

-Tengo que ir a casa, ya son las doce pasadas. ¿Vives sola?

-Con mi hermana.

-¿Podemos acostarnos?

-¿Ahora?

-Sí. Bueno. Sí… ¿No quieres? El pantalón me está matando. No quiero salir a la calle así.

-Me encantaría ayudarte pero no es buena idea. Me encuentro fatal, sería una amante pésima. -Pausa- Además no quiero hacerlo con alguien que no me conoce.

-Eres muy considerada. -Me acerco para besarle la mejilla. Ella se mantiene alerta mientras me acero, pendiente de si intento algo raro.- Gracias por el café.

-Me llamo May.

-Yo soy Julio.

Sonríe, es la primera vez que lo hace. –Ya lo sé.

-¿Por qué confías en mí? ¿Cómo sabes que no finjo no recordar nada para no volver a verte o para hacer que me cuentes lo que paso ayer?

-¿Es así?

-¡No, claro!

-No me importa contar lo que pasó ayer. Fue divertido y bastante excitante. Y si quieres  que no volvamos a vernos, podemos no volver a vernos. Te conozco de una noche, tampoco eres nadie irremplazable en mi vida.

-Quiero volver a verte. ¡Dios! Creo que nunca he querido tanto volver a ver a alguien que no conozco.

-Tienes mi número guardado en el teléfono. Antes de irte, cámbiate la camiseta, la tuya está manchada de semen.

-Gracias.



Cuando salí de aquella casa con una camiseta de los guns and roses sentí que mis huesos se habían ensanchado, que mis músculos habían hecho un hueco para dejar crecer un nuevo órgano vital en alguna parte. Un órgano que se alimentaba con las palabras de May y de su silencio. Estar con ella, necesitaba volver a verla. Me invadió una sensación de euforia al salir del portal. El tráfico era denso. No conocía la calle. Tenía que comer con mi familia (¡al fin recordaba algo!) y no sabía dónde estaba. Todo, todo me daba lo mismo.

Decidí pasear pero a las dos calles me sentí fatigado y el ruido empeoraba mi dolor de cabeza. Paré un taxi. Dentro del taxi mi placer era tan intenso que creí que me desmayaría. Quise llamar a alguien, León, Tomás… seguro que había salido con ellos ayer. Fue la primera vez que bebía. Yo nunca bebo. Nunca. No solo es que ya nada a mí alrededor me importara, sino que aquello que yo hiciera también había dejado de valer algo. La muerte misma era banal e intrascendente. Estaba sobre una nube, a tres mil quinientos kilómetros de altura del planeta tierra, vestido con una camiseta de May.

viernes, 15 de abril de 2016

Planosecuencia #1

Escucha esto:


Y serás mi actriz.
Serás mi forma y mi figura


Me gusta la música de Miguel pero no encuentro el ritmo para bailarla.

No le busques un ritmo, tú exprésate.

Pero eso puede hacerlo cualquiera. Necesito anticiparme a lo que venga para poder hacer pasos orgánicos y ordenados.

Escúchala y dime que te sugiere.

Vale.

Estamos en una habitación, cuadrada, acristalada por todas las paredes. Visión panorámica cien por cien.

¿Qué altura tiene el techo?

Sobre tres metros. El techo es de madera, o al menos lo que se ve desde dentro son largas vigas de madera. Está lloviendo por supuesto. Y desde una pequeña ventana en el tejado la lluvia se escurre porque el techo está inclinado. La lluvia es fuerte, casi es una tormenta. Pero el cielo no está del todo oscuro. Viene luz de fuera pero todo el cielo está encapotado. No se ve a nadie. Está todo desierto y estamos tú y yo en la habitación y nada más.

Y ¿qué sucede?

Me siento muy triste. Me siento sola pese a que estoy contigo. Me doy la vuelta, no te miro. Veo la lluvia, una nada muy fría en la lluvia. Me giro y no estás. Me siento abatida de pronto y aunque antes me sentía sola prefería que estuvieses a mi lado a que te fueras.

¿Dónde está esa habitación?

En un colegio. Es muy amplia, es una sala de danza.

¿Puedes moverte? ¿Bailar?

Sí. Bailo, bailo. ¿Qué tal señora tristeza? ¿le gustaría acompañarme? Será un honor bailar con usted. Seré cuerpo, sólo cuerpo, y en mi sonreír nada moverá mis labios. Seré un ser allí. Ajeno a dictado, seré un no siendo, móvil y desenfadado. Baila cuerpo mío, sé mi voz y mi desalojado ser será en tanto que habitante de otra parte. Quiero ser cuerpo y que mi voz surja de las profundidades de un inconsistente presente de imágenes sin especial forma.

¿Qué opinas?

Está bien. Muy bien.

No te ha gustado. No puedo organizar bien los movimientos si no puedo anticiparme y simplemente con algo tan básico como la tristeza no puedo expresarme bien, quiero decir, la emoción no va a ser suficiente.

Ha estado muy bien. ¿Por qué no tratas de pensar qué hago yo ahí para dar algo más de contenido? Creo que te falta concretar, estás insegura de hacer lo que haces.

Es... justo eso. No sé lo que haces ahí. Me haces compañía, compartimos un momento íntimo. No lloro ni quiero llorar pero tú me miras con ternura. No es una mirada tierna como podría serlo la de Miguel, es una ternura contenida, como muy recóndita, muy profunda, sutil y por eso es tan grande. Por lo pequeña que es, se ve que su único objetivo es la existencia en si misma, eso es todo lo que es.

Es todo muy liviano, ¿te das cuenta? La tristeza, la ternura… todo está sin ninguna causa que la justifique.

Los sentimientos a menudo son injustificados, donde algo debería estremecernos, nos deja fríos o donde algo debería gustarnos, nos resulta absurdo y patético… A veces los sentimientos simplemente aparecen porque sí. Sin sentido.

Prueba a jugar con las muñecas y el cuello y no….

¿Y no qué?

Nada. No sé como seguir la frase, no sé qué quería decir.


Eres raro. Joder, eres raro. Bailo….