Tu vida habrá tenido sentido siempre que cuando, al limite de tus fuerzas y entre leves sollozos pidas clemencia a una despiadada fortuna alguien te abrace y comparta la estocada del destino, atravesándoos a los dos indiscriminadamente, y su voz resuene en tu oído diciendo: no te preocupes, todo saldrá bien.
Gracias, por siempre.
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