Si algo me ha enseñado mi camino es que todo son máscaras que cubren una razón de ser, los segundos se desvanecen, también las estrellas mueren. Los héroes fallaron y si lo eres, ten la seguridad de que nadie más que tú lo sabrá hasta después de tu muerte.
Las guerras se sucedieron allá por donde caminaba y la gente aún se atrevía de hablar de cordura, los siglos se sucedieron con cada uno de mis pasos. Lo vi. Pude verlo todo... yo, siempre incondicionalmente acompañado por la soledad...
Mis pasos continuaban incansables por un oscuro camino sin bifurcaciones pues ni éste mismo sabía a donde se dirigía, no cruce palabra con nadie, nunca... simplemente caminé viendo sucederse el día tras la noche o la noche tras el día. Caminaba, primero torpemente sobre un camino de hierba, luego de tierra, luego de piedra, luego de asfalto y de éste, surgió imperecedera, la hierba a la que había sustituido.
Caminé por bosques, ciudades, océanos y mares y solo me detuve una vez a mis diecisiete años, cuando mis exhaustos pies me preguntaron porque andaba y no encontré una respuesta que darles... Ahí empezó todo
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