Cerré os ojos y ahí estaba ella. Con los
ojos encharcados en el rojo de las lágrimas y unas ojeras que parecían
moratones. -Mía... la llamé. Mía... sécate esas lágrimas. Mía... Joder Mía. Un
idiota como yo no merece tus lágrimas.
-He tenido mucho miedo. Miedo de
desaparecer, Prince.
-¿Desaparecer tú Mía? si desapareces me
suicido. Pero jamás pasará, eso no pasará. No pienso dejar que ocurra, y tu
mejor que nadie sabes que yo soy capaz de lograr lo imposible.
Ella se sorbió los mocos y sonrió. Muy
brevemente. Pero lo hizo, y me encantó.
-Mía he olvidado todo. He olvidado porque
empecé esto. Debo volver a mi origen y que este sea mi palacio de falacias bien
contadas. Volver a construirlo, piedra a piedra. Como antes, como era antes tan
perfectamente puro y mio donde no hubiese más que tú y yo. ¿Lo recuerdas?
-Si... dijo ella débilmente sentada frente
a la ventana. Su lacio pelo negro corría por su pequeña espalda. La abracé por
detrás y hundí mi cabeza en su cascada oscura.
Empezó a sonar una guitarra y ella empezó
a cantar como jamás había cantado. metí mis manos en mis bolsillos, me levanté
y volví.
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