La eterna agonía de un porqué sin respuesta...

jueves, 29 de mayo de 2014

Suspendido en la tilde del "esperaré"

Besé cada flor del ramo que dejé en la puerta de tu casa
eperando que al olerlas tú, sientieras el calor de mis labios
y poder regalarte además del ramo
parte del amor que nunca pude hacer que te llegará

Sobredosis de soledad
alma apatica, anónima, encerrada
enferma por la anemia que le produce a mi piel
la falta de la luz de tu mirada

Soy el ciego entre todos los tebanos
Morfeo de los soñadores, deseo mal llamado tontería
garganta acongojada de mucosa enamorada
y flaca argumentación por la manutención de mi vida
aterra mi alma viendo los sangrientos
demonios que aguardan la caza de mi cuerpo

Te amo y en este infierno de amor
vivo convertido en perro de tu belleza
entre arapos mojados de lágrimas y sudor penetra el frío
Segismundo destronado al encadenamiento de tu ser

Y así seguiré. Porque quiero y porque no puedo decir no
porque contigo hay sentido
sin ti. Obtuso vacio
la realidad son difusas corrientes
y lo más cierto es nuestro adiós
y el amor que te procuro
y desde éste, mi lado oscuro
Te deseo por siempre la suerte... de los dos


miércoles, 28 de mayo de 2014

Enfermedad.

Esta entrada tiene dos relatos anteriores llamados Precipitación, y Amabilidad; todos ellos forman parte del Present 4 (abajo de la entrada está el link para ver las dos entradas anteriores) para comenzar a leer la historia sería conveniente empezar por el principio.



Aquella madrugada me desperté bañado en un sudor gélido que me sobrecogía todos los huesos. Había tenido una pesadilla horrible. No se me quitaba de la cabeza. Sentí mi cráneo muy pesado cuando traté de incorporarme. Miré mi teléfono móvil que me hacia las veces de reloj despertador. Las seis y treinta y seis minutos de la mañana. Cerré los ojos y me vi a mí mismo en mitad de mi pesadilla, buscando desesperadamente a Felicia por el jardín, con Tear cerrándome el paso pidiéndome audiencia: "quiero hablar contigo" "si te interesa ven a la azotea la próxima hora" "esas fotos... las tomé yo mismo" esas frases se repetían en mi cabeza como flashes con un sentido oculto y peligroso, una y otra y otra vez él aparecía con una de esas frases a mi encuentro. Entonces me encontraba con la señorita Comte y con una dulce sonrisa me decía "lo he conseguido..." con el tono siniestro que habia usado Tear, yo corría y corría, olvidaba a Felicia y solo podia sentir unos pinchazos en el apéndice que acabaron por despertarme. Al abrir de nuevo los ojos, la cama seguía empapada en frío, opté por despegarme de ella. Caí más que salí y me senté en el suelo, espalda contra somier y cabeza sobre sábana arrugada. Mi cráneo seguía pesando y mi cara se tambaleaba exhausta de un hombro a otro. No sentia los pinchazos del sueño sólo un tremendo malestar general que casi me cerraba los ojos. Mis ojos escrutaron mi escritorio, mi estanteria y de allí, la puerta cobriza de mi cuarto y el paraguas... tendido en el suelo... "Lo he conseguido" repitió mi cabeza. Me levanté con súbito intentando apartar aquellos pensamientos, como si fuesen el origen indiscutoble de aquel estado de malestar. Con el brusco movimiento sangre en mi cabeza bajó hasta mis pies y mis ojos vieron el negro por un momento. Puse mis manos en el aire para no perder el equilibrio. Mis piernas temblaban bajo mi tronco. Avancé a tientas hasta el baño, apoye mis manos en el lavabo y respiré. Fuerte y con la boca, a grandes bocanadas, sentí que era la primera vez aquella mañana que respiraba. Abrí el grifo puse el cuenco de mis manos debajo del chorro y me lo tiré a la cara. Otra vez, luego una tercera. Mis ojos ya veían y mi boca, antes masticante de mucosa, había recuperado una leve humedad agradable. Pero mi cabeza seguía pesando. Me senté en la taza del váter cuando mis tripas se unieron con la percusion de los pinchazos anteriores al concierto de mi malestar matutino. No conseguí despegarme de allí hasta media hora después, sin sentirme mejor y con la horrible sensación de que aun no había acabado. Alcancé un termómetro de un cajón del lavabo y me lo puse bajo mi brazo después de quitarme la camiseta del pijama y secarme el sudor. "Treinta y seis con seis" marcó tras unos minutos. Era la segunda vez que veía esas cifras aquella mañana, y ninguna de las veces me había gustado. Si hubiera tenido fiebre no habría tenido que ir a clase, pero no tenía forma de justificar mi malestar. Probablemente no acudiría una enfermera hasta las once y, si para entonces había recuperado el color de mi cara y mis tripas se habían recompuesto, me castigarían por trolero y por la falta de asistencia. Era un chico poco problemático, de verdad que no me gustaba meterme el líos, no recordaba cual fue la última vez que mis padres tuvieron motivos para preocuparse de mí. Cogí una pastilla de una caja de cartón tras el espejó, me la tragué con agua del grifo, me quité el pantalón que se me pegaba como una segunda piel al cuerpo me metí bajo la ducha. Agua caliente, muy caliente, golpeaba mi espalda. Puse mi pelo corto bajo el agua, mucho tiempo; luego mi cara. Permanecí así otro buen rato.

Poco a poco me fui encontrando mejor, mi cráneo recupero su peso aunque no dejaba de bailarme la vista. Entre la puerta entreabierta del baño alcancé a ver mi ordenador portátil recordé el libro de ilustraciones, esta vez sin que me remitiera a mi siniestro sueño, me pregunté si quizá estaba a la venta, si podía conseguir algún ejemplar... decidí investigarlo después de clase, a las cinco. Esperaba encontrarme algo mejor conforme fuera pasando el día. Mis tripas seguían revueltas, y el sueño se apoderaba de mí.

Volví al cuarto con ayuda de mi sentido del deber y abrí el armario. Cogí una camisa limpia y fresca. La aireé por la ventana y me la puse. Siete botones desde el cuello. A continuación ropa interior. Blanca, lisa, bien planchada, doblada y guardada en un cajón. Pantalones grises con la camisa por dentro, con precaución de que no se arrugara en la cintura. Corbata azul oscura bien ceñida y Jersey de pico de algodón del mismo color con el logo de la institución en un lado del pecho. Calcetines azul marino bajo zapatos con cordones. Permitían los zapatos sin cordones, muchos los llevaban por ahorrarse el esfuerzo, pero yo los prefería así. Atarlos me relajaba siempre. Cuando me arrodillaba para hacer el nudo era como hacer una promesa para afrontar el nuevo día, al igual que un caballero jura lealtad a su rey. Mi padre siempre me decía que los hombres no eludían sus responsabilidades, que cargaban con el peso del mundo con el fin de hacérselo más ligero a los otros, los cordones eran como uno de los deberes que el hombre puede eludir, y yo prefería no hacerlo, una vida sin trabajo esfuerzo y sacrificio es una vida supérflua e indeseable. Así me habían educado.
Mi madre siempre me decía que sabía hacer a la perfección un nudo de zapatos antes incluso de aprender a andar. Exageraba, pero lo cierto es que ni en mis recuerdos más infantiles era capaz de recordar a alguien ayudándome a atarlos. Mientras me ataba el cordón un rayo de luz que se colaba por la puerta del baño me cegó el ojo izquierdo. Cerré los ojos. De pronto me vino un flash a la mente: cuando volví a abrirlos era un día de verano, de hacía mucho tiempo. Yo apenas sabía pronunciar mi nombre con fluidez, estaba sentado en un escalón que conducía a la terraza de la casa donde pasaba con mi familia los meses de verano. Mis zapatos estaban atados pero hacia calor y me los quería quitar. Mi padre estaba frente a mí, arrodillado. Sonreía. El llevaba las mismas bermudas que yo, cada uno en su respectiva talla. Yo le miraba con lágrimas en los ojos. No recuerdo porque lloraba. Él probablemente trataba de consolarme. Recuerdo su pelo rubio canoso con una barba muy bien recortada. El pelo siempre lo llevaba engominado hacia detrás, siempre le podía ver la cara, y su cara siempre sonreía. Lo echaba de menos.

Abrí los ojos y vi el paraguas... Tendido en el suelo, inherte... Acto seguido, con una arcada y punzante dolor craneal, vomité hasta mi primera papilla. Era toda prueba que necesitaba de mi enfermedad. Me mandaron a mi casa temerosos de que un virus se estuviera propagando por la academia. Al parecer, había otros casos como el mío, pero solo en la sección femenina. Se especulaba algo sobre una máquina de café....




Llegué a las tres del mediodía sin haber comido. Con escalofríos y un abrigo haciéndome sudar desde el cuello hasta las pantorrillas. Viajé en el coche negro de mi familia, grande y espacioso, muy elegante y robusto. Casi a juego con nuestro apellido. Robert once años mayor que yo trabajaba como chófer de mi madre.
Intentó conversar pero pronto desistió, siempre era muy jovial y alegre, muchas veces impertinente, esta vez respetó el silencio que, de forma muda, pedía mi estado. Los ricos sentimos una extraña debilidad por la sobriedad y la corrección pero los pobres en cambio... ¿Qué les importan las formas a los pobres?
Me preguntó un par de veces durante el trayecto si me encontraba bien o si quería que fuera más despacio. Yo me limitaba todo el tiempo a negar con la cabeza. A mi madre le gustaba su alegría de los días comunes y corrientes, siempre pensé que ella hubiese sido más feliz naciendo pobre. Su comunión con la responsabilidad y el deber siempre me pareció en ella una fachada demasiado desmaquillada. Salió a recibirme a la puerta del gran edificio. Me besó la frente tres veces. y me hundió en un fuerte abrazo.
-Menos mal que has caído enfermo, no te veía desde hacia un mes y medio, me iba a volver loca, si no te tenía otra vez de vuelta pronto. -Bromeó-
Yo me encontraba demasiado mal como para resistirme a sus muestras tan efusivas de afecto, me resultaban embarazosas y más aun en público. Llevaba puestos unos zapatos con poco tacón -ya era suficientemente alta de todos modos- y un vestido monocromo azul poco ostentoso sin mangas que bajaba desde el cuello hasta las rodillas. Sobre sus hombros se había dejado caer un abrigo veis tostado con plumones que rodeaban el cuello pero que, al llevarlo abierto sólo cubrian los hombros. El vestíbulo de la entrada del edificio era grande y hasta con calefacción hacia frío. El aspecto de mi madre seguía como siempre. Castaña caoba, de facciones marcadas, la notaba quizá más delgada, tenía un horrible régimen alimenticio de comer porquerias precocinadas cuando no comia en casa, que era casi siempre. No era demasiado mayor, aun menstruaba y seguiría haciéndolo al menos una década más. Parecia algo fatigada de la monotonia que era su vida. Quizá le faltara volver a tener un bebé. Quizá yo pensaba demasiado... Su figura aun era robusta, sus vientre plano y sus pechos firmes. Siempre tuvo una figura esbelta. Me sonreía mientras me acompañaba hacia el ascensor cogiéndome del hombro. En aquel momento, de camino al ascensor me pregunté y no comprendí porque no había vuelto a casarse.

El edificio era muy grande y circular, con grandes ventanales. En cada nivel había tres hogares (o simplemente casas según la familia un espacio así merecia un nombrebu otro), menos en el último, el onceavo piso, en el once se unían las tres casas para albergar a una sola familia, la mía. Mi casa no sabía si merecía ese título o el de hogar, qué más daba, aunque casi nadie pasase tiempo en aquel alto ático, mi familia se amaba desde sus respectivos lugares de descanso. La casa tenía el techo muy alto así como las puertas y los muebles. Cuando llegué me parecieron más pequeños que la última vez, siempre me parecían más pequeños. Llegué a la cocina y Rebeca, la niñera me hizo algo de comer, algo ligero, olvidé que había sido tres días después, no fue una comida que cambiara mi vida. A Rebeca la seguíamos llamando niñera aunque hacia años que había dejado de necesitar una. Criada suena muy políticamente incorrecto en este mundo desarrollado aunque en el fondo era algo así. Soltera y con sus padres fallecidos, la nuestra era su única familia. Los domingos visitaba a su hermana y sus sobrinos. No sé exactamente que relación era la que tenía con ellos. Supongo que en el fondo a ella le habría gustado tener también su propia familia, supongo que quizá ella necesitara un hijo más que mi madre... quizá volvía a pensar demasiado.
Después de comer fui a mi cuarto. Todo era tan frío y lejano, mi mesa, mi cama, había estado allí miles de veces, pasé mi infancia en aquella habitación pero hacía tanto tiempo que no permanecía allí. Debería sentirme en el centro de mi hogar, sin embargo no era así. Era un cuarto vacío, demasiado bien ordenado en realidad; frío y oscuro, aun no había encendido la luz, la poca iluminación venía de un sol opaco tras grandes nubarrones que atravesaba el ventanal, un ventanal alto y ancho, como todo mi cuarto, como toda mi casa. Lo peor era el frío, la soledad que se respiraba. Me tumbé en la cama. Fría, la sengunda cama fría donde yacía hoy, pero ésta era fría de otra forma. Saqué una manta de un cajón y me la tiré por encima para no deshacerla. Yo y mi cuarto parecíamos un matrimonio infeliz cuyos amantes tras años de falta de comunicación han acabado olvidandose y volviendose extraños entre sí.
Saqué mi teléfono móvil y entre en mi correo electrónico, busqué el mensaje de Tear que me envió hacia algo más de un mes. Me dormí con la vista fija en una de las fotos de Anna. La temperatura de la cama y todo lo demás dejó de importarme.

domingo, 25 de mayo de 2014

hope you happy

Trato de cumplir una realidad que me supera
intento cumplir un sueño que no llega
me guio hacia un infinito de incertezas
sigo una llama carente casi de toda fuerza

vivo y muero y soy y no siento
y finjo y lloro y no rezo
porque sólo creo que Dios no me acompaña
y quien sabe qué habrá mañana
Ahora todo es una nada incómoda
en la que me asiento
a beber algo caliente mientras miro
por la ventana de la incertidumbre
tu reflejo en la otra parte del cristal

Siempre estás
siempre me quedarás
y aunque sé que es insano
no por ello te dejo de amar
y que me lleve el polvo y los años
desafio a la eternidad.
Viviré otra vida, contigo
y todo será distinto

Espero que algún dia podamos, por fin, estar juntos
volver a encontrarte
en otro tiempo y lugar
poderte entonces enamorar
y poder decirte todo lo que hoy quisiera y no puedo
...quisiera decirte que aun te amo...
pero no solucionaría nada
no quiero que pierdas el tiempo en un tipo como yo
no haré que sientas lástima por este pútrido apatrida,
prefiero que sufra uno que no los dos

y aunque estés lejos
y aunque no sienta tu calor
en mi recuerdo aun sigues tú
por tu recuerdo aquí sigo yo

por tu recuerdo aun vivo y sufro
por tu recuerdo tengo aun razón
por tu recuerdo es que sigo siendo tuyo
tu recuerdo... mi único tesoro, mi amor.

Remiendos para un ser de trapo

Si el cerezo es preso del otoño
Si la tierra es cautiva de sus mares
Si el humano es esclavo de otro
Si la moral aguarda expectante
cada acto

Si la razón es dependiente de unos ojos
la fantasía de apetitos naturales
si el deseo es acusado de morvoso
y el animal retenido en las oscuridades
de la mente

Si el camino no es escogido
y todo son casualidades conformantes
de un maltrecho y deshecho destino
si las palabras son prefabricadas
por inevitables

Entonces yo soy fugitivo
Entonces yo vengo del bosque
de explorar sendas prohibidas
de errores y reproches

Mi mundo de las maravillas
se desvarata por necesidad
la necedad de la masa lo desprestigia
sin saber que la locura es la salida
a la mentira de la no-libertad

y asustado yo de no ser único
asustado yo de ser uno más
me escondo con mis pesadillas
mis instintos y mi interior animal

La honestidad se paga cara
y cara pagaré mi piel
en este mundo de fallas
de absurdos caminantes del mismo ayer
que recorren cansados olvidando en el sueño
y en el día vuelven a nacer

Sepultado yo en el mundo terreno
condenado a ver las nubes y no poder ascender.
Desterrado a este infierno de fuego
de llamas que en mi fuero no dejan de arder

Eclipse en este mi atardecer de descenso
al infierno dantesco de mi querer y no poder
destronado de un trono del que fui heredero
yo: principe en una guerra en la que abandero las de perder


jueves, 22 de mayo de 2014

Me odio

Ojalá amase
y me llevasen los demonios al verla con otro
ojalá llorase
y que la nada dejase paso a mis sonrojos
ojala renaciese
y la corrupción alejara su mano de hielo de mi rostro
ojalá una ella
me curara de mis martirios de poeta roto

¿qué pasa? ¡¿qué siento?!

Apartad de mí este desahogo
¡Apartadme a mí de mi mismo!
Mi demonio ahora es reflejo en un cristal marchito

¿Quién soy yo y quién él? ¿quién es carcelero y quien recluso?
el castillo de mi yo mismo es un oscuro misterio inconcluso
el arte de vivir es temible y seductor; fiel y traicionero
Mas nunca mar en calma volvió experto al marinero

 Yo antes me sentia buen poeta... ahora ya no me siento ni hombre, el día que vuelva a ser yo dire algo de trellat

Morir pero del revés y boca abajo

A veces simplemente me quedo en la cama,
y pienso "que tortura de día". Acaba de amanecer y no me gusta estar en mi sitio
el mundo ya es bastante autosuficiente
en su sinsentido como para unirme yo ahora y hacer tocar una nota más en la sinfonía del ilusionismo

Odio la mentira y todo el mundo me parece una.
Mentira conflictiva. Mentir, fingir y chorradas
historia mal explicada y con fallos de argumento
si tan solo alguien se preocupase por decirla bien contada...
pero no. Al final reina anarquia y descontrol inconexo

Seamos todos hermanos, quiera yo al otro como a mi mismo
Y al final el amor... acabó siendo fraticidio
En este final dantesco de suicidio colectivo
Seamos de una vez sinceros... "fuimos hechos por el abismo"

Las arañas lloran por cuatro pares de ojos
Nadie puede llorar más que una araña.


martes, 20 de mayo de 2014

el arte pesado

Heme aquí yo. Anonadado. Suspendido en una fria incomprensión de la que no puedo huir. Olvidar el volar de la mariposa y sólo recordar los colores hermosos, como un bonito recuerdo. Como una llama frágil, que da el poco calor que alimenta la máquina de vapor que bombea mi sangre. No sé que clase de enfermedad padezco pero es a penas soportable. No consigo comprender que diantre me pasa. Porque me siento tan sólo, tan vacío, con esta sensación de haber fracasado. Siento que sólo pretendo y que a la hora de enfrentar mis asuntos soy pequeño, insignificante, incapaz de nada. No soy ni artista ni poeta, ni escritor ni narrador, no soy buen alumno... no digamos ya profesor, no soy filósofo ni pensador, ni bohemio ni soñador, ni amante ni romántico, tal vez sí loco pero no genio inmortal, no soy revelde solamente inmoral, no soy director ni dramaturgo, ni pájaro ni gato ni animal robusto, no soy valiente ni fuerte, ni elocuente ni culto, no soy quien querría ser, y cuanro hago es poco para mi fin. Al final solo me quedará desistir porque en este mundo, cada día que pasa es un dia de cargar con el pesado lastre de no haber llegado lejos. Si sueñas con el cielo, preparate para el descenso.

Yo solo quería ser feliz, sólo quería ser reconocido por alguien, llegar alto, y que la gente que me ha rodeado pensara vaya... ese chico que pasaba desapercivido realmente ha llegado a ser alguien, sólo quiero saber que anque nadie me comprenda y esté solo, puedo llegar a la gente con la interpretación o de cualquier otra manera, que alguien pueda sentir lo que siento, que alguien, en algún lugar y tiempo que esté triste, perdido, incomprendido, apático, suspendido en esta nada vacía del no-sentimiento, se sienta de alguna forma reconfortado. Escribo porque necesito escribir y solo me siento correspondido con los grandes genios del pasado, y deseo recuperarlos, deseo ser yo ese último samurai que luche por la guerra perdida de la sinrazón, el instinto primario, la boheme, al fin y al cabo, por el amor. Pero ¿Qué es el amor? El amor es sin duda un sentimiento positivo, alegre y feliz que se siente con la percepción de cosas o personas que resultan en alguno de sus aspectos hermosas, honrosas y/o dignas de piedad. Pero cuando vives en un mundo gris rodeado de sinsabores, donde todo te parece hiel y no encuentras ni un resquicio de hermosura ¿qué puedes amar? Los seres que fuimos hechos para amar nos abstraemos del mundo, frente a un mundo hueco, vacío de valor, lo que cobra importancia no es el dinero, ni las cosas materiales, ni la vida, ni la muerte (todo es polvo, simple anécdota); lo que gana es el arte, el amar el imposible, el ideal de que existiera algo amable en sentido literal, algo que se pueda amar. Amas a tu amor, amas invisibles, fantasmas de niebla y luz, música, palabras, colores que te hacen viajar a lo más profundo de tu ser, reencontrarte contigo mismo y reconfortarte. Aunque nadie más te entienda, aunque estés solo y este mundo superficial no acabe de llenarte, amaras esa parte de ti que te hace especial, que te condena a la soledad en un mundo corrupto de vanidad. Lo amarás porque se puede ser feliz entre lágrimas. Porque aunque seamos pequeños e insignificantes, otros no lo fueron y viven aun cuando las cenizas de sus huesos se han deshecho. Sonreimos con lágrimas en los ojos, porque somos frágiles y sensibles, hipersensibles. Porque vemos en las tinieblas del humo cívico, tan incívico, porque la belleza es extraña a la gente corriente y sólo los locos somos capaces de percibir la sensibilidad de los que pintaban con las manos, los que escribían sin grámatica, de aquellos detalles que apenas percibía la gente corriente, de pacotilla. y que algo de otro tiempo, algo de otro espacio, que otra vida tan lejana sea capaz de hablarnos sobre la nuestra... eso es formidable. El arte no es más eso, tener una sensibilidad especial, ser capaz de hablar con lo más profundo de tu ser y la capacidad de proyectarlo al exterior en forma material, con palabras, colores, historias de personajes apasionantes representadas. Pero todo lo material incluye bajeza por su condición, a si que los artistas tienen que buscar una forma de redireccionar lo material hacia un nuevo código que les permita mostrar esa belleza sensible, padecible,más allá de la simpleza terrena y del registro estandar. Porque algo estraordinario no se puede decir con algo ordinario. Y es esta reformulación la que no entienden la gente común, y hablan de locos, de supuestos genios que sólo son farsantes. Sólo aquel que ha profundizado en el campo emocional hasta un alto punto es capaz de conmoverse y amar esa nueva forma de aquello bello.

Heme aquí desorientado, retenido en el repetitivo encuadre de mi dormitorio, sin saber bien que es lo que quiero, ni lo que me está permitido desear. Sólo quiero hundirme en este fango de depresión, soledad y corrupción maquiavélica. A veces pienso que el mundo y yo somos un matrimonio fracasado, condenados a no entendernos a darnos la espalda. Y si nos giramos no es sino para chillarnos y maltratarnos. Dormimos en la misma cama evitando el contacto. La manta que me cubre es fría como un tempano de hielo. El colchón es incómodo y nunca concilio bien el sueño y en insomnio vivo deseando que acabe este martirio. Mi único amigo ha pasado a ser el alcohol, las mujeres hermosas y no volver a casa hasta las seis, siete, ocho nueve o, ya puestos, pasadas las diez. Lo mio ha dejado de ser vivir, lo mio es reir, esbozar una carcajada sarcástica de podredumbre intelectual. Lo mio es reir por no llorar. Os hamo, os hamo mucho y si mañana muriera hoy me iria a dormir temprano. Pero mañana toca seguir trabajando, comulgando con una vida de fracaso y monotona repetición, a si que no duermo ni sueño: caigo en desesperación. Y mi vida es una carrera fugitiva a ver cuanto puede resistir mi hipocrita existencia de soledad conformista antes de que la vida me de la bofetada que no me dieron mis padres.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Las cosas que simplemente son

Aquel marzo olía a espuma de mar. No le gustaba el mar. El mar era repetitivo, arremetía una y otra vez contra la arena en vaivén inestable, le provocaba unas migrañas horribles contemplar el mar. Además siempre que lo había visitado, siempre hacía un calor bochornoso. No le gustaba el calor. Los rayos del sol eran continuos, acometían incansables contra la piel en una cascada de dolor cerebral y cansancio. Prefería los días nublados, lluviosos o nevados. Le gustaba la nieve, la nieve tenía el color de su piel, la nieve caía y se quedaba como él: postrada, estática, con menor movilidad aun de la que le permitían sus débiles piernas.

El soñaba con aprender a bailar, le parecía tan hermoso, se imaginaba una sala impregnada de olor a esmalte y betún, con parqué encerado y amplias ventanas dando a una amplia avenida con coches antiguos y grandes árboles de hojas caducas. La sala tendría una pared con espejo. Del techo colgaría una lámpara de araña, a juego con el diminuto animal que tejería una tela en el quicio de una de las ventanas, de marcos de madera desgastada. y cuarteada con los años. Los cristales limpios dejarían ver un otoño opaco.

Aquel marzo olía a espuma de mar. Un joven asiático repartía propaganda de comida china a domicilio por los buzones. Se pasó tres años frente a aquella ventana viendo al mismo mensajero dos veces al día durante treinta y seis meses de semanas eternas, de días eternos, de horas eternas. A aquellos, les sucedieron largos días en una piscina pequeña de mármol blanco y azulejos de colores lisos que se repetían en secuencias que a él nunca le llegaron a gustar, quizá porque hacían referencia a las olas de mar. Pero allí el agua siempre estaba en calma, le gustaba la sensación en sus dedos, le gustaba cuando se arrugaban como un anciano. La primera vez no le gustó, pero como suele pasar, conforme descubrió la tranquilidad y la serenidad del agua, el olor del cloro comenzó a fascinarle. Después conoció su amada sala de baile, donde cuadros de Edgar Degas le prometían mundos de fantasía onírica. Allí comenzó a andar.

El soñaba con aprender a bailar. Su madre le había hablado de espejos doblados que reflejaban imágenes que no eran las reales. Su imaginación era tal que se preguntó durante aquellos años si entre alguno de aquellos espejos pudiera reflejarse a él mismo bailando. Le habría gustado verse en aquel momento con chal, con sombrero de copa y un par de guantes blancos. Por aquel entonces no conocía ningún niño de su edad y siempre le quedó un vacío muy grande en su etapa infantil que nunca llegó a superar, nadie en su lugar lo hubiera hecho tampoco.

Aquel marzo olía a espuma de mar. Levantó la pierna y una gran cantidad de agua se elevó con ella al cielo de marzo, una gota salada se le incrustó en su ojo, pero ya estaba acostumbrado, ya casi ni le molestaba. Levantó la otra pierna hasta su hombro con una nueva bocanada marina con ella. Luego la primerna anterior volvió a patear otra ola más.... Su rutina era despertar cada mañana temprano ir al mar y patear cien olas, cincuenta cada pierna, sentía que le devolvía los dolores de cabeza. Le gustaba el olor de la espuma de mar, en la espuma de mar era donde aquel titan azul moría y le recordaba que nadie era más fuerte que nadie, porque en la espuma de mar reside la certeza de que todo, por muy grande y fuerte que parezca, todo en algún punto, es débil, frágil y muere. Aquél era su baile, un desafío de patadas lanzadas al mar al que desafiaba a diario mientras amanecía ¿Quién es el fuerte? se preguntaba mientras veía espuma siendo lanzada por los aires. Algún día moriría y el mar seguirá ahí, pero el océano y sus aguas también eran finitos ¿Por qué luchaba pues contra esta fuerza insuperable? Nunca se había formulado esa pregunta, pero si alguien alguna vez se la hacía, él respondería: "Él empezó primero"


martes, 13 de mayo de 2014

En una sociedad en la que el coeficiente intelectual se mide por la cantidad de ironías que somos capaces de pillar, la imagen que damos es bastante irónica.

Filósofo hippster

Francamente...


No llorarán en el pasillo las figurillas chinas de porcelana
Tampoco tras las ventanas las plantas advertirán la corrupción
La nada polvorienta detesta las flores frescas
Vuelve al manicomio de la lana con traje de etiqueta
Y en la frontera del búfalo rojo que rumia verde
el esplendor del sol se oye
melodía incrustada en latón barato que no da ni para desayunar tostadas con miel
En el bulevar las luces se defenestran a negro en un agosto tedioso
La araña escupe moscas en el piso tres
No le da para tostadas
los sueños son cuentos de niños tontos y los monstruos abandonaron sus camas
para pasar a dormir en ellas
a filosofar sobre la vida eterna y la muerte

Café e insomnio es la tela que tejo
Jazz para acompañar la resaca.
No tendrá miel para las tostadas,
pero son bien dulces las piernas que duermen desnudas en su cama


How to explain

domingo, 11 de mayo de 2014

Araña


Pena eterna a la que yo mismo me condeno
destruye el castillo de mi persona y ser
y yo, ruinas vacuas que en un ayer
vieron esplendor
solitarias y frías se encuentran
habitadas por la nada de mi estado.
Yo, príncipe de un castillo destronado.
Fortaleza de princesas que han hecho falta
para que esta farsa de vida tenga algún significado
Despedida de ser cansado
que se agota de la vida
Despedida del sol de otoño que se torna de invierno de nevadas frías
Detenido en el suspiro de mi hilo rojo
corrompido
Metamorfosis en tarántula
en un ser que todos odian, un ser que solo teje una tela elaborada
para matar.
Ser que nace para la soledad
Ser que nace sin razón de ser.
Feo, suspendido, detestable
Nacido para el desastre, la incomprensión.
Nacido para tejer mi tela y red de poemas.
Tejedor de versos rotos que caen y a nadie detienen y atrapan
Araña enamorada de una mariposa
De un alma pura que vuela lejana
En una primavera fuera de mi alcance

Nadie oye
Nadie habla la lengua de las arañas
Nadie escucha
Y el viento con el tiempo rompe nuestro artefacto
Al final morimos solos
Desoídos, desanimados. Nadas en frascos
Disección en pared mohosa
Deseando haber sido mariposa…
Pero no lo fui
No puedo querer ser lo que no soy
Soy araña
Y como araña vivo
como araña ando, me comporto y siento
El cielo no me fue permitido
y entre mis telas no encuentro calor,
sólo un dolor que no merma
y en mi tela de araña de seda
finjo sonrisas que nada me acompañan

Mi castillo derruido
ha sido nido de telas de arañas dormidas que ahora acompañan mi soledad
Y yo agradecido,
me convierto en una más


domingo, 4 de mayo de 2014

Estribillo

Alcanza la cima, supera todo lo que te retrasa, sigue con el lastre que cargas. Sigué sin rendirte, no mires atrás. No te arrepientas, no recaigas. Se siempre tú. Alcanza tu sueño a cualquier precio. Aunque nadie te comprenda, aunque te encuentres sólo. Llora la soledad del cielo y en mitad de él graba a fuego que llegaste. Nada tendrá sentido si ahora me detengo. Nada tendrá sentido si me acomodo.  Yo soy yo y de ningún modo, alguien entenderá lo que siento y pienso. No seré arropado de nuevo, no volveré a saber lo que es el verano. Me quedo en este invierno eterno, sempiternamente helado. Corazón blanco escarchado bombeando la sangre falaz azul que me da, no vida... existencia. Electricidad. Corazón como motor de metal. Y mis manos y piernas, trapo atado... ¿yo? Marioneta. Y el viento mueve mis cadenas. Y sonrió pero hace tiempo que olvide lo que debería de sentir cuando lo hacía. Ahora... la nada se cierne sobre mi estado. Y apático espero, espero algo... no sé el qué. Ahora la interpretación es toda mi vida, y más allá de mi máscara no hay nada, una nada que espera a vover a ser algo.... Un algo que desconoce, pero que ansía más que nada en el mndo