Sus labios se acercaban lentamente... o tal vez eran los mios que se aproximaban a los suyos. El vacío se creo a nuestro alrededor con suaves pinceladas de universo estelar. Sus labios dubitaban, quizá solo estuvieran nerviosos, tiritaban sin frío. Algún hipotético marionetista estiró del hilo de su mentón. Al ascenso se le unieron sus piececitos del treinta y ocho. Sus ojos verdes me suplicaban algo, o tal vez buscaban algo en los míos marrones. Una mirada con esa disculpa implícita que sin motivo dan las buenas personas como ella cuando perciben tu sufrimiento y no saben como aliviarte. su generosidad era algo que siempre me había encantado de ella. El hilo de su respiración impactó contra mi corta barba. Seguimos el camino mientras el vacío treminaba su obra cósmica rotatoria a nuestro alrededor. Culminamos el camino en un encuentro. Nos besamos, y por primera vez en mucho tiempo, dejé de sufrir...
Los suyos tan dulces... los mios curtidos en mil derrotas... No quisimos que fuese breve. Teniamos que contarnos muchos ilusiones e insomnios en esa unión. Mis brazos la abrazaban por detrás, ella los cogía para no caer. Cuando nos separamos sus ojos chillaron preguntas sobre la calidad de sus labios, los mios, si hubieran podido hablar se habrían quedado sin palabras, y ante la estupidez de nuestras miradas, nuestros labios tomaron el control de la situación de nuevo... cuando volvimos a respirar por la boca, nuestras miradas ya solo decían una cosa. Decíamos la misma cosa. La única cosa que queríamos oír. Te quiero.
Lo siguiente ya fue cuestión orbital, de cuerpos magnetizados siendo a su vez atraídos por la gravedad de unas sábanas y un colchón. Cuerpos que en su encuentro destruyen el ornamento que los esconde, cuerpos que se funden en una noche azabache y comprenden la esencia de lo inefable...
Lo siguiente ya fue cuestión orbital, de cuerpos magnetizados siendo a su vez atraídos por la gravedad de unas sábanas y un colchón. Cuerpos que en su encuentro destruyen el ornamento que los esconde, cuerpos que se funden en una noche azabache y comprenden la esencia de lo inefable...
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