La eterna agonía de un porqué sin respuesta...

miércoles, 19 de noviembre de 2014

El solsticio

Cuando el otoño termine podrás ver que yo he sido el más caduco de los árboles.
Antes de que el otoño termine sin saberlo me habrás dicho adiós.
Cuando la estación desfallezca en el último crepúsculo de fuego...
podré afirmar que el más gélido de los lugares de esta tierra tibia, en efecto, he sido yo.
¿Acaso hay tierra más fría que los campos que ostenta habitar mi conciencia?
No habrá nada más frío, que la nada y mi vacío, la soledad de un niño perdido,
la carencia de un joven sin promesas.
Soy juez de mi mismo sin ninguna ley que regule mi abismo y, en tanto que juez, me siento abatido.
Condenado a mirarme en el espejo de aquellos que me precedieron.
Debiéndome yo entero al suelo en el que estoy firme. Sin poder decir yo soy.
¿cuenta da alguien de lo fatalmente acaecido a esta conciencia mía que no sabe que es la paz con uno mismo?
Todos mis tiempos pasados tienen el privilegio de ser mejores. Éste sin duda será el mejor de los momentos en mi perfecto futuro. Y renegaré de todo. Porque la satisfacción me es ajena. Porque un diabólico ser me encargó la vil tarea de sufrir y tejer yo solo la tela de seda de araña que será lo único quizá a penas valioso de mi mundo. Pero hoy desde este reducto de conducta cuerda determinada sentencio: ¡Yo no elegí! fui designado araña, el ser aquel que extirpe brutalmente el corazón de todos cuantos cojan mis hojas y lean las ocho finas patas de mi abismo.
Tú, no eres más que yo mismo.
Al mirarme refleja mi imagen la versión convexa del mundo. Tú, todos están en mí, pues no soy más que vuestro producto. Lo mismo pasa contigo.
Sin embargo yo parezco de los pocos atentos a tal hecho. Acaso soy un demonio vivo y mi fatalidad reside en restar felicidad con todo aquello que escribo.
Con sinceridad digo que me da igual, si fui hecho deforme, paralelo a la ley de los hombres, no me disculpo. Bastante tengo ya.
El vivir para mi es un andar dormido, como levitando me siento siempre, como en otro plano distinto, distante de lo constante, un sonámbulo que medio-entiende algunas cosas del mundo y se autoconstruye diferente por amor propio. ¿Quién antes que yo comprende quien soy? Nadie. ¿Quién pues antes que yo, me ha querido? nadie. Intentádolo muchos, pero el tratarlo fue un error primeramente.

Cuando el otoño acabe me encontrarás cambiado. Con mi entera piel mudada. Cuando las últimas gotas caigan verás que mis ojos enrojecidos y embotados no son sino cristal de la ventana con que miro. Siendo así es natural esta visión particular melancólica. Si me pregunta algún hipócrita si prefiero la vida así como la explico o no pensar y ser feliz como uno más, mi respuesta es: lo mejor para todo hombre hubiera sido sin duda. desde un principio, no haber nacido.

Cuando el otoño acabe yo ya seré algo distinto. Algo a años luz de ti. Un pájaro que viaja solo, lejos. El calor, reitero, me es ajeno... Una estaca de hielo atraviesa mi pecho y aun con todo, me llaman hombre. De nuevo la soledad de la articulada marioneta tejedora. Soy un hueco, una nada en cuyas entrañas reside el solipsismo de todo mi particular universo. Fragilmente se dilatan mis palabras y se vuelve lluvia escurridiza. Este es mi destino previsto. Y desde está orfandad que llamo mía doy comienzo a mi invierno particular, en el que tan gustosa aflora pálida mi alma sola.


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