La eterna agonía de un porqué sin respuesta...

sábado, 12 de diciembre de 2015

Chico guapo fumando como bandera del cine francés o cómo tranquilizar a un tal candidato a presidente

Los fieros finales son escritos en las comisuras de nuestros labios
No creo que quisieras ver las situaciones en las que te imagino
No sé qué quiero, ni si quiero siquiera pero poco tiene que ver conmigo
tu hermoso sexo desgraciado

Me miras desde la esdrújula amable, de la poesía onírica de nuestros neutros
mundos parciales contaminantes
de una inocencia profanada en casi todos sus orificios de los que mana
la olorosa muestra palpable de la superioridad fálica.

¿en qué nos hemos convertido? en desprestigiados flemas de una cultura escombro
cerremos nuestras bocas y traguemos saliva contaminada con esputos mutuos
hacernos la amistad como muestra turgente de revolución legítima
jugar con el lenguaje como jugamos con nuestros órganos sexuales.
Rápido, sin cuidado. Ajenos a todo contexto cordial. Hacernos y deshacernos
como tratados de paz en tiempos complicados.
Ser seres humanos vibrantes, que para eso existimos.
Para estar solos, para abrirnos de piernas juntos, y jugar a las crisis de la edad.

Te reirás de mí, Pero yo de ti por no saber conjugar la ironía de mi boca en tus pezones.
¡qué se le va a hacer si somos hijos bastardos de un Murakami obsceno!
No pienso afeitarme los genitales ni aunque me digas que se te quedan pelos en la boca.
Ya te apañarás, yo no digo nada de los tuyos y no me verás tener reparos.

Pero volvamos a la lírica sublime antes de quedarnos en la brusquedad del sexo irreflexivo
Me abruma la facilidad con la que recurrimos a la animalidad léxica frenética.
Tratemos de ser personas más respetables, más civilizadas.
Hablemos el idioma de los homosexuales y ya si acaso esta noche.
En la intimidad del horario de los gatos
destruiré tu cuerpo en aquellos orificios que reservas al pudor.
Porque en el fondo somos unos enfermos. ¿Verdad, amiga?


lunes, 7 de diciembre de 2015

Primer abrigo del otoño.

Hoy es 7 de Diciembre. La melancolía inunda mi corazón como un torrente imparable de sentimientos de tristeza y alegría entremezclados indiscernibles. Me siento calmado y en paz. Reconciliado a medias con un pasado que esfuerzo en recordar con ternura. Creo que jamás he sentido esta felicidad. Creo que nunca he sido tan consciente de lo que implica tener los veintiún años que tengo. Me sorprende lo mucho que aun me queda por aprender y descubrir de mí mismo, es fantástico. Creo que aun me queda un largo camino por delante como para pasarme el día mirando hacia atrás como un viejo al que sólo le espera la muerte. Me siento un poco idiota pero creo que es mejor así, creo que seguiré sonriendo pase lo que pase, porque ya solo me espera el futuro. Creo que poco a poco soy capaz de liberarme de las cadenas de un pasado remoto que inconscientemente me juzgaba, me retrasaba, me impedía avanzar. No me arriesgaría a decir que ya no me detienen en absoluto, sólo que cada vez las siento más ligeras. Cada vez me siento menos triste por haber dejado de ser niño. Es curioso cuando era más pequeño odiaba que me llamaran niño. Supongo que porque quería creerme una persona madura y todo eso pero supongo que dentro de mí había una esquirla de profunda rabia. Mi niñez me fue arrebatada, se me quitó como un golpe de viento quita un sombrero. Recuerdo perfectamente ese momento a si que no me llames niño, no tienes ni idea de cuando se terminó mi infancia, yo sí, yo lo recuerdo muy bien. Acabó prematuramente, como todas las infancias de este mundo, porque los adultos son así no pueden soportar que un niño sea niño mucho tiempo, en seguida le tienen que meter en clases particulares de inglés o de piano y deja de ir al parque. Le compran ropa cara y deja de poder mancharse. Deja de poder mezclar la coca-cola con la fanta en los cumpleaños y deja de tener edad para dormir en la cama de los padres. Después no quieren que se drogen ni que los vean como enemigos... Patético. Mis padres por suerte no me quitaron mi infancia, fue menos cruel, a mi me la quitaron los padres de mis amigos, los programas de televisión que veían mis amigos. Ellos hacían aquello que se esperaba de ellos y eran que se volviesen niños mayores, que en vez de jugar a juegos de niños jugasen al juego de los adultos, un juego más aburrido y absurdo, un juego para el que no estaba preparado. Casi no recuerdo cosas de mi infancia, es bastante decepcionante. Pero fui un niño muy feliz, de esos que se toman la licencia de ser un despiste. Perdía de todo, chaquetas, aparatos de los dientes... ¡De todo! No sé porqué hablo de mi infancia. Nunca lo he hecho. No aquí al menos. ¿con alguien he hablado de estas cosas? No lo sé, supongo que sí, en algún momento. No sé porqué divago tanto.

El caso es que el primer abrigo me lo puse sobre el 20 de noviembre o una cosa así. Pero no encontraba mucho la motivación que me trajera aquí. Estoy acabando la carrera y casi me parece no haberla empezado. ¿Realmente se más cosas que antes? ¿estoy más preparado ahora que antes? ¿preparado para qué? De verdad que no tengo ni idea de nada. Supongo que tendré que ir perdido un poco más hasta que encuentre el camino correcto, de momento, dará igual cual tome. Sí, lo importante es no quedarse quieto.

sábado, 5 de diciembre de 2015

Y si ¿qué ser?

Deshacernos en las manos
con azúcar y en caliente
mirar viendo la cosa viviente enfrente nuestro
saborear el tacto de un durmiente ajeno
junto a nuestro cuerpo desabrigado
Ser y ser y ser siempre algo
desactivar la nada enajenada
alienar el espíritu con la muerte que vuelve
a ocupar un espacio del cuarto
mientras nosotros nos miramos,
sin decir a penas nada. Nos levantamos
¿qué hay para decirnos?
¿Queda café? ¿algo de comer?
Un mundo, un instinto incompartible
lo que no ha comprendido el hombre
es que sólo solos somos

Pero ¿qué nos estamos diciendo?
nada, en realidad, me temo
Las raras apariciones de un yo constante
me abruman, No sé quién es
ese yo en el que me desdoblo cuando hablo de mí mismo
como para intentar comprender una mente ajena
no, demasiado complicado es hablar de ti.

Solo me quedo sintiéndote entre las asíntotas de mis entrañas
y mi extraño ser de poseerte es lastimado por mi idolatría
Y el extraño devenir de unos conceptos vagos me hace debatir
sobre el complicado razonamiento que supone el hablarte
por eso callo y no te digo nada
Porqué todo me resulta complicado y para resultar un odioso parlante
de habla entrecortada
prefiero no decir nada y ser siempre el ser ausente que no se comprende
ni comprende nada
a si que perdona si crees perderte o perder tu tiempo entre las calamidades
de estas sábanas pero
me temo que nada puedo hacer para comprenderte. Esa creo que es
la motivación que a ti te calla.
Debe serlo supongo. Ven y calla. Calla por siempre, callemos en melodía compartida
Y en el sostenido de este silencio prolongado
Voy a tomarme mi café, que, parece, se está enfriando en este devenir
de caricias que para mí significan tanto.

Hablas. Y en tu hablar se percibe tanto que te veo como la más real de las cosas
pero tus palabras, cuando me tocan, se pervierten. Me temo que tengo que desaparecer
para escuchar la esencia de tu poema. El ser pervierte el entendimiento pero solo siendo encontramos un trecho de significado.
¿qué demonios significa todo esto?
¿qué has dicho? Te he escuchado pero no te entiendo
¿Y si me deshago? Pruebo a deshacerme. Cojo mi último recuerdo, mi última vivencia y la estiro fuera de mi cuerpo como cuando se estira el hilo suelto de una tela. Poco a poco voy perdiendo vivencias y agarres. Mi mente va quedando suelta y yo río con la risa de los locos, intentando quedarme en la memoria los sonidos que he oído salir de tu boca. Cuando he olvidado el último de mis principios fundadores, devengo el espíritu desarraigado. Y te observo como la cosa perfecta. ¿qué sino podrías serme? Pero he olvidado aquello que me has dicho pero no olvido que esperaba comprender algo que decías. Te miro interrogante y tu me lo repites. Me hablas de ti, de lo que te gusta del mundo, de lo que te gusta de mí, de tus días felices y de tus cuestiones antropológicas. Ahora te entiendo. Ahora sé lo que me tratas de decir. Por eso no digo nada ahora. Por eso ahora solo te escucho con los pulmones, tus palabras los llenan y tus silencios los vacían en un ir y venir que marca el ritmo de mi historia personal recién construida. Lo que antes era una duda confusa preliminar ahora se convierten en proposiciones simples llenas del contenido de tu esencia más intima. Sin pedirte nada me pierdo en la lógica interna de tus dudas y descubro el maravilloso mundo que supone ser tú. I don't know what kind of being you are but beautiful.



jueves, 3 de diciembre de 2015

La necesidad es una apercepción magnífica.

La necesidad es todos nuestros ángeles de la guarda y toda nuestra buena suerte, nuestros errores y nuestras ocurrencias desafortunadas. Nada hay a la posibilidad inusitada. Nada queda para las opciones segundas o terceras, son todo malformaciones de un consciente un tanto inconsciente. No existe libertad alguna, solo respuestas a dudas delimitadas por la genial aparición de una historia que crea al humano que las toma. Las historias no son escritas por sus protagonistas. Las historias las escribe un tercero. Que crea la ilusión en su personaje, de estar él yendo al encuentro de un destino que él desea. Cuando no es sino el instrumento con el que se revela el cuento del que él lleva el argumento. Finalmente el protagonista sufre y llora, y sangra y se desploma y renuncia a Dios y se dice solo en un mundo hostil contra el que combate. Sin saber que el mundo, sus antagonistas son marionetas dominados por un mismo titiritero.

Sobre lo "en sí" no se podrá hablar a partir de ahora. Corramos un tupido velo, y reservemos la metafísica a los poetas que deseen divagar con palabras imprecisas de sugerentes teorías ciegas a los ojos inocentes. ¿quién o qué es inocente? Todos pervertidos por los fines de un tal tipo que sujeta un bolígrafo o un teclado. Todos anclados a lo que tal ente decida. Ese ente es la necesidad. No hay libre albedrío, solo la apariencia de elección. Yo, con mis principios, por mí elegidos, creo o inicio la acción que oportuna considero. Pero es la sociedad la que te inculca hasta el último pensamiento e ideología, los libros que has leído, las frases que te han inspirado, las personas y personajes que has visto nada es elegido, porqué el producto de todo ello debería de serlo. Sólo son casualidades cuya causa se basa en una fortuita aparición de acontecimientos desordenados, y el desorden es necesario. Hasta el acto revolucionario es convención social, necesidad histórica. Abandonarse al instinto, a los apetitos animales innatos. El placer y displacer animal ello ha de encontrarse para ser libres, pues sólo entonces actuaremos acordes a  nuestro núcleo vivo, a nuestra esencia propia que es el sexo, la guerra, la gula y la certeza de aproximación a un comportamiento, nuevamente... ¿adivinan? elíptico de libertades. La única libertad existe en el logro del reconocimiento de que no existe tal libertad porque de la nada nada viene y si del algo se produce el ser, tal estará necesariamente determinado y arraigado de forma indisociable a ese "ser algo" anterior que lo creo. No podemos ser ni volvernos la nada creadora de "el algo libre" porque el mismo deseo de serlo ya es metafísica cultural y la nada sólo nadea que diría Haidegger. La pregunta determinada de antemano por nuestra historia subjetiva es: ¿a quién conceder crédito? ¿a principios establecidos? Damos crédito con nuestro juicio educado de los méritos de la comunidad o por el contrario tratamos de escucharnos como los actores. Vociferamos oscuras canciones de vida de cuerpo de organismo biológico que responde a instintos feroces. Haciendo el mal para las masas sociales. ¿Cómo lo decidimos? ¿que es lo mejor o lo bueno, señor autor? ¿qué historia nos estás contando? ¿a dónde nos llevas? He aquí cuando llegamos al punto de que dará igual que papel juguemos, donde nos movamos, porque nuestra capacidad de ser es absoluta. Nuestro ser parte del apetito y de la historia nos hace seres con dos templos a los que rezar, dos jefes a los que rendir cuentas: la sociedad y nosotros mismos. ¿Qué es el bien hacer? ¿el hacer para mí sin mí? ¿o el hacer según mi aquí?

No existe el humano solo. Si existiera, tendría todas las respuestas que busca. Pero al estar unos con otros nos forzamos a la inestabilidad del fundamento vago. Porque el choque de perspectivas nos obliga recordar como un constante revolotear de un colibrí, que la razón es la verdad de mi solitario yo. Y en este egocentrismo solipsista desencantado de relativismo destructivo estamos además, obligados a lidiar con la atormentadora carga que representa el vivir acompañado.

Camus, mátanos a todos