Debía tener los ojos volados, pues no pareció notar mi presencia. La observaba desde un extremo de la sala, y ella a su vez, las transeúntes calles mojadas casi tumbada en el sofá. En su mano derecha sostenía un bol blanco con fresas y en el centro una cucharada de nata montada; en la izquierda tenía un fa sostenido, que más tarde se hizo la y luego re....
Se tumbó por completo en el sofá. Do, sol, fa. Apoyó el tazón en el suelo. Do. Y cogió una fresa manchada de blanco.
Me sorprendió cuando me dirigió la palabra sin llegar a mirarme. -¡que intenso y apasionado beso el de la fresa y que dulce y tierno el de la nata! Cuan divergentes y unísonos al mismo tiempo. Re, si, sol...
Y entonces, mordió la fresa. Fa sostenido.
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