Le tendió la mano mientras con la otra
acompañaba el movimiento de arquear la espalda.
Llevaba un sombrero de copa, frac, guantes
y bastón con remates en marfil. ¿De donde sacará el dinero para esas
extravagancias tan bizarras? se preguntaba.
La música invadía cada una de las esquinas
del local, vacío, las sillas estaban sobre las mesas, y éstas dispuestas de
manera que dejaban un espacio central suficientemente grande para el baile.
Finalmente acepto su mano con gentileza y
bailaron, al principio con interpretada elegancia burguesa, mas tarde acabaron
abrazados el uno al otro.
-Alice. Oyó que le decía al oído. Cuando
el invierno acabe, casémonos.
Ella sonrió y hundió su cabeza en su
hombro mientras la movía en gesto afirmativo. Y aquella noche, entre sábanas
blancas, con el resguardo de la lluvia que azotaba las calles tras la ventana,
engendraron su primer hijo.
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