El cuarto día del cuarto mes del
curso Tear se acercó a hablar conmigo por el pasillo. Era un chico bastante
bajo con el pelo alborotado, parecía un niño pese a que ya tuviera catorce años.
Siempre habíamos ido a la misma clase desde que entró en el colegio cuando tenía
once. Era muy tímido y apenas tenía amigos, si hubiese tenido que señalar quien era su amigo más cercano, hubiese dicho que era yo. Pero aun así tampoco teníamos mucha relación. Habíamos compartido habitación de residencia los primeros años y creo que era uno de los chicos más normal con el que había hablado. Nuestro colegio esta lleno de gente excéntrica, hijos de grandes magnates que se pasan el día maquinando como destruir el mundo o cosas similares.
Lo cierto es que no me extrañaba lo más mínimo, en nuestra ciudad-estado sólo había un colegio entre las altas esferas. El prestigioso "formador", encargado de convertir pequeños seres con graves carencias de cariño fraternal en insensibles máquinas de dirección de las grandes compañías de la ciudad. ¿Era lo mejor para nuestro futuro? la idea que nosotros pudiéramos tener al respecto no contaba en absoluto. Aun así pocos canalizábamos nuestra energía hacia otras cosas que no fuera el gamberrismo y los que lo hacían no duraban mucho tiempo en ser expulsados con la consecuente deshonra para la familia pudiente correspondiente.
La mayoría de esta minoria, desquiciados por la perspectiva de ser dueño de fortunas indecentes y los efectos secundarios de la consumición descontrolada de ciencia ficción de forma audiovisual, enviaban su odio producto de ésta desatención fraterna, hacia fines un tanto pretenciosos como la dominación mundial o la aniquilación de la humanidad. Tonterías de la edad para los psicólogos del colegio. Profesionales cuyo trabajo para con los estudiantes podría ser perfectamente desempeñado por el más analfabeto de los percheros del colegio. ¿Quién era yo entonces? Mi nombre era Francisc, era un chico de catorce años bastante estándar: no se me daban bien las matemáticas pero destacaba en los deportes, llevaba ortodoncia poco estética, tenía el pelo muy corto, usaba una 41 de pie, me gustaban los videojuegos y como cierta parte de los estudiantes centraba mis energías en un propósito más o menos corriente: el amor adolescente. Pero sobre esto hablaré más adelante.
Así pues, como digo aquel chico sin amigos vino a hablarme al terminar el cuarto periodo. Habíamos tenido matemáticas, y restaba una hora de clase para que me fuese a comer a si que no me apetecía hablar demasiado, sólo quería que la hora siguiente pasara rápido y descansar mis merecidas tres horas antes de las clases de la tarde. Hacia frío en la calle pero las estufas de los pasillos estaban encendidas así que se podía ir con la camisa del uniforme. Tear se acercó a mi de frente con un tetrabrik de leche. Se paró delante de mí cuando nos encontramos y me dijo que quería hablar conmigo. "Claro, adelante" respondí yo. Él buscó detrás de mí -pues mi fisionomía le tapaba la visión- y a su espalda pendiente de si había alguien. Obviamente había gente por los pasillos ya que teníamos un descanso, tan sólo con usar los oídos uno se daba cuenta de que estaba rodeado de gente. "No quiero hablar aquí" dijo finalmente. Era un colegio de gente bien estúpida, ciertamente. "Bueno pues..." intentaba escabullirme pero me cortó. "Ven a la azotea la próxima hora". "¿qué dices? no voy a saltarme una clase solo porque quieres hablar. ¿Qué quieres?" me estaba poniendo nervioso. Lo debí intimidar porque me respondió nervioso:"Nada". Colocó un papel doblado en mi mano. "Busca eso. Si no estas interesado sólo ve a esa clase".
Dentro del papel había escrito un par de instrucciones. Entrar en una página web y clicar sobre un hipervínculo y luego otro. Pensé en hacerlo una vez hubiera llegado a mi cuarto pero la clase que tenía era bastante soporífera y tenía curiosidad, a si que cogí mi tableta electrónica que usábamos en las clases para buscar lo que me había dicho Tear.
Me levanté repentinamente y el profesor detuvo su explicación extrañado.
-¿Te encuentras bien hijo? Pareciera que acabas de ver un fantasma.
-No me encuentro nada bien profesor.
-Nicolás acompaña a tu compañero a la enfermería ¿quieres?
-No es necesario, algo me ha debido de sentar mal esta mañana, necesito ir al baño. Conozco el camino. Gracias. No le dejé responder salí corriendo por la puerta mientras me tapaba la boca y cerré tras de mí.
Llegué a la azotéa. Abrí la puerta y aquel chico me miraba con una sonrisa de oreja a oreja que no podía disimular. Aunque así lo quería.
-¿Se puede saber de que va todo esto? que sea el único que te ha dirigido la palabra no te da derecho a meterte de esta manera donde no te llaman ¿Me oyes?
Volvió a asustarse. Pero trató de templar el temor. Se le notaba que quería dominar la escena, como el malo de una película donde se encuentra con el héroe y pese a que este es más fuerte, el villano no pierde la compostura. Pero no lo conseguía, no le habría encajado ese papel, quizá el del compañero torpe del héroe le habría encajado mucho más.
-Lamento que te sientas así. Mi intención al enseñarte eso era la de hacerte un regalo. Una pequeña muestra de lo que te puedo llegar a ofrecer. Se empezaba a confiar y a mi se me hinchaban las narices.
-Mira no se que es lo que pretendes pero no tengo ganas de jugar a tus jueguecitos. No quiero nada de ti sea lo que sea. Vete a marear a otro ¿Vale? Y ni se te ocurra decirle a nadie lo que sabes. ¿Me has oído? Me giré dispuesto a volver a la clase y a atender los últimos minutos antes de comer.
-Las fotos que vistes... Las tomé yo. Dijo.
Me sorprendí.
-¿Y qué?- Yo si sabía controlar mi expresión facial.
-Pensaba que estabas interesado en ella.- Se levantó del suelo en el que estaba sentado. -Como digo...
-¡No, como te he dicho métete en tus asuntos!- Y me fui.