La eterna agonía de un porqué sin respuesta...

martes, 4 de diciembre de 2012

Martes.

Llegué a casa, cerré la puerta de un portazo y caminé dando tumbos por el pasillo, hecho mierda. Abrí la puerta de mi cuarto, chirrió, condenada puerta... dejé caer un fajo de folios que llevaba en mis manos sobre mi escritorio, un bolígrafo calló por efecto dominó, lo dejé en suelo. Tiré mi maletín, casi vacío, al suelo, junto al escritorio.
Retomé mi marcha hasta la cocina-comedor-salón. Entré y todo se desordenó, mi cocinero particular y amigo desde hacia años, desatendió su labor culinaria para dedicarme una breve mirada. Bostecé y me eché en el sofá donde ella leía.
Recosté mi cabeza sobre sus muslos, estaba leyendo algo, Rousseau me pareció que ponía al encabezado de la página por la que iba.

Su cabello moreno caía liso sobre su busto, cubierto por su chaqueta negra y verde, aquella que llevaba el día que la conocí, aquella que llevaba el día que me enamoré de ella.

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