Ese instante en el que te reencuentras contigo mismo. Donde te niegas a aceptar el cambio y vuelves. Ese momento de plenitud al mandar el futuro al futuro y anclarte por un momento en el pasado. Me encanta ser yo, adoro vivir como nada en el mundo. Me gusta pero solo la parte de ser yo, el mundo resto me da más igual. Ese momento donde bajas el paraguas y la lluvia te empapa. Y recuerdas cuando eras niño, adolescente y tu corta evolución hacia la madurez y un mundo que deja de gustarte. Quizás todo esto sea síndrome de Peter Pan.
No... no creo. No es que no quiera crecer. Es que tengo miedo de enfrentarme a la realidad, al mundo, y que éste no me responda con el reflejo del espejo de mis ojos. Quiero ver el mundo y que sea tal y como quiero. Siempre acostumbro a decir que debemos hacer del mundo el sitio donde queremos vivir, pero no quiero tener que sacrificar nada. No quiero perder a mi actor, ni a Mía, ni a mi profunda laguna y mi eterno baño en medio de ella, no quiero ser comprendido, me basta con el arropo de mi arte y su calor. No quiero perder todas las personas que soy, mis máscaras y mis trajes, mis engaños y mis manipulaciones. No quiero perder mi palacio y principado, ni a las princesas de mis creaciones. No quiero perder mi bosque ni su magia, no quiero ver desaparecer a mis hadas en el polvo real. Quiero ser siempre débil y vulnerable, y estar escondido en ese pequeño rincón de mi ser donde nadie mira nunca.
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