La eterna agonía de un porqué sin respuesta...

sábado, 27 de abril de 2013

Y esta vez... ¡es personal!

Corría, corría desesperadamente a ninguna parte. Aquellas palabras que habían pronunciado hace un par de momentos aquellos demiúrgicos intentos de docentes me sacaban de quicio. ¿Qué sabrían ellos? ¿Qué sabrían mis padres? ¿Qué diantre se creía toda la puta sociedad que sabía de mi, de lo que quería ser? Solo corría y pronto quedé exhausto, sin poder respirar bien, con la boca sin una gota de saliva. Ni tan siquiera podía tragar.
Me apoyé sobre una pared con el brazo en la cara, creo que lloraba. Disipé mis lágrimas con la manga. No iba a llorar, ya prometí una vez que no lo haría más, y no volvería atrás en mis palabras. Me prometí ser fiel a mis principios, ser fuerte, enfrentar mis problemas cualquiera que ellos fueran. Me sentía tan profundamente solo, sin nadie en el mundo que me comprendiera salvo yo mismo. Me senté en el suelo sin tener ni idea de que sería de mi o de mi futuro. Tan solo quería llorar en ese momento pero me forcé a no hacerlo. Sólo no quería ser un autómata el resto de mi vida. Tan solo quería volar, se ve que eso es locura en este mundo de homicida monotonía.

Era un día frío, no recuerdo el mes, pero hacía un frío espantoso y yo iba poco abrigado. El aire bateaba mi cara. Mi pelo largo se movía con él. Cerré los ojos e imaginé que me separaban kilómetros del suelo. Un hombre sin patria, ni cuentas que rendir. Abrí los ojos de nuevo y en mi frío y desesperanza la vi. Con una sonrisa brillante, con el pelo largo y negro como el espacio que separa los astros nocturnos. Me abrazaba con infinita ternura, y su contacto me decía que no estaba solo, ni tampoco loco. Mía. Y en ese momento todo convergió en una sola creencia, una revelación, yo... iba a convertir el norte en sur. Por ella, por mi, yo iba a cambiar esta estúpida sociedad.



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