Siento que aun no he sido presentado, y nada está más lejos de mi intención que el no ser conocido. Me llamo Príncipe, y soy el dueño y señor de este reino, construido a base de lamento. Desprovisto de un mundo sin aire que pudiese ser respirado inventé un mundo donde poder vivir lejos del ahogo de toda esta ciudad y sus pretensiones de desarrollo. Así pues primero, como en todo mito de creación, comenzó con una diosa.


Visionando aquel paraje, yermo y sin vida, mi instinto me llevo a buscar salida. Pero ¿cómo y dónde? Todo estaba en mí mismo. Todo tenía que salir de mí. ¿Qué había en mí? ¿Qué soy yo? Soy sólo alguien que quiere algo distinto. Empezaron, pues mis obras y creaciones, mi misma alma materializada en palabras. Sentimientos y emociones fueron mi única arma. Vinieron las metáforas y con ellas mis primeros maestros, Baudelaire, Bequer, Valle... Había empezado una búsqueda dentro de mí mismo por el significado de un montón de cuestiones a las que mi sociedad no podía dar respuesta. Me sumí pues en un mar de cuestiones introspectivas a las que, yo solo, debía dar contestación. Y con esto en mente dejé guiar mi pluma por mi musa Mía y comenzar a describir este nuevo mundo de fantasía, alcohol, arte, y ocio débilmente lucrativo. Empezó a surgir materia mental de mis palabras, y esa materia comenzaba a ser hermosa, se ordenaba y florecía, contemple un reino en mi interior que había ido nutriendo desde niño pero que había olvidado en mi adolescencia. Mi reino volvió a mí cuando la noción de mi persona desapareció por completo. Mía me sacó de aquel ahogo mortal, tendió la mano, y ¿cómo rechazar tal oferta...?
Y hasta día de hoy. No me considero una persona feliz o afortunada, creo que soy un producto de mi mismo y eso me enorgullece, no debo nada a nadie ni respondo a nadie que no sea mi musa. Mis principios son los que son y mi vida es la que es, si no le gustan, lo lamento no soy Groucho Marx, no tengo otros. Mi vida y mis creaciones son lo único que tengo, mi inquietud es todo lo que me mueve. No es una vida feliz, ni sencilla. ¡pero valla si es llena!

Príncipe.
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