La eterna agonía de un porqué sin respuesta...

lunes, 2 de diciembre de 2013

La legitimación de la corona.

Siento que aun no he sido presentado, y nada está más lejos de mi intención que el no ser conocido. Me llamo Príncipe, y soy el dueño y señor de este reino, construido a base de lamento. Desprovisto de un mundo sin aire que pudiese ser respirado inventé un mundo donde poder vivir lejos del ahogo de toda esta ciudad y sus pretensiones de desarrollo. Así pues primero, como en todo mito de creación, comenzó con una diosa.

La diosa que me rescató de la miseria. Yo huérfano de nacimiento, sin conocer alguien que me comprendiera a mí o a mi dolor, me dio un nombre y un medio por el que canalizar mis emociones. Me dijo que no estaba solo. Le dio voz y valor a mi persona. Yo que creí ser lo más ínfimo. Comencé a ver que importaba en alguna cierta medida. Mis lágrimas se hicieron rosas y sus espinas se me clavaron en los costados de todo mi cuerpo. Se me enroscaron en las extremidades y en el cuello y sangré de color negro. Y cuando de mí se desprendió todo ese residuo social que me había contaminado, empecé a comprender lo que era la belleza, el amor, el arte, pero también surgieron preguntas. Me detuve entre una multitud de frenético movimiento, me vi sólo, tal y como lo estaba antes. Antes solo me notaba así pero no era capaz de ver que lo estaba. mucha gente se movía a mi alrededor y descubrí un mundo monocromo, triste y apagado. Ahí comenzó la creación.


Visionando aquel paraje, yermo y sin vida, mi instinto me llevo a buscar salida. Pero ¿cómo y dónde? Todo estaba en mí mismo. Todo tenía que salir de mí. ¿Qué había en mí? ¿Qué soy yo? Soy sólo alguien que quiere algo distinto. Empezaron, pues mis obras y creaciones, mi misma alma materializada en palabras. Sentimientos y emociones fueron mi única arma. Vinieron las metáforas y con ellas mis primeros maestros, Baudelaire, Bequer, Valle... Había empezado una búsqueda dentro de mí mismo por el significado de un montón de cuestiones a las que mi sociedad no podía dar respuesta. Me sumí pues en un mar de cuestiones introspectivas a las que, yo solo, debía dar contestación. Y con esto en mente dejé guiar mi pluma por mi musa Mía y comenzar a describir este nuevo mundo de fantasía, alcohol, arte, y ocio débilmente lucrativo. Empezó a surgir materia mental de mis palabras, y esa materia comenzaba a ser hermosa, se ordenaba y florecía, contemple un reino en mi interior que había ido nutriendo desde niño pero que había olvidado en mi adolescencia. Mi reino volvió a mí cuando la noción de mi persona desapareció por completo. Mía me sacó de aquel ahogo mortal, tendió la mano, y ¿cómo rechazar tal oferta...?


Y hasta día de hoy. No me considero una persona feliz o afortunada, creo que soy un producto de mi mismo y eso me enorgullece, no debo nada a nadie ni respondo a nadie que no sea mi musa. Mis principios son los que son y mi vida es la que es, si no le gustan, lo lamento no soy Groucho Marx, no tengo otros. Mi vida y mis creaciones son lo único que tengo, mi inquietud es todo lo que me mueve. No es una vida feliz, ni sencilla. ¡pero valla si es llena!




Príncipe.

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