Le gustaba mucho el color rojo y
los corazones. Había sido una princesa criada entre algodones y cuyos caprichos
fueron consentidos sin faltar a uno. Desconocía el “no” con todo lo que ello
conlleva en una pequeña cuyos dedos de las manos aun alcanzaban a contar su
edad.
Le gustaba también mucho los
flamencos y las rosas, siempre que estas últimas tuvieran su color favorito.
Cuentan que, una vez, paseando
por un extenso jardín laberíntico bajo la luz de la luna se topó con la esbelta
figura de un apuesto joven, quien tras dedicarle una amable sonrisa desapareció
en la espesura de la noche. A la pequeña le causó esto soberbia impresión y
como si toneladas de plomo se hubiesen puesto sobre sus hombros, cayó al suelo,
con los ojos aun fijos donde había estado, y profundamente enamorada de aquel
ser misterioso.
Dio sus referencias a sus
conocidos y sirvientes con la finalidad de hallarlo. Lo anhelaba como a nada en
el mundo. Quería volver a verlo, que le volviera a sonreír de esa manera que le
destrozaba el pecho.
Finalmente encontraron al
muchacho en cuestión y la infinita ambición de la niña lo llevó a ser retenido
en un aposento del castillo de la pequeña.
Ésta le hacía visitas diarias, a
todas horas pero pese a que le brindaba los más exquisitos manjares y ponía a
su servicio todas las comodidades y entretenimientos, el joven no volvió a
mostrar su sonrisa.
Esto frustraba más y más a la
pequeña, quien no sabía que hacer para agradarle, se sentía confusa ¿por qué
ese hombre no le daba lo que le pedía? Realmente no lo comprendía, y su rabia
crecía con los días.
Llegó el invierno y su rabia
tornose pena y desesperación, quería más que nada la sonrisa de aquel chico,
nada le importaba ya salvo aquella sonrisa. Se pasaba las noches pensando en
ese momento, en aquellos jardines. No quería ya nada, los corazones, los
flamencos… todo palidecía ante la idea de volver a ver esa sonrisa. Como una
punzada, en su pecho, sentía esa carencia y nada saciaba su ahogo. Desesperada
volvió al cuarto del joven. Le suplico por su sonrisa le rogó por ella, le dijo
que a cambió le daría cualquier cosa que pidiese. A lo que él respondió: “déjame
libre.”
-Pero, replicó la niña, si te
dejo libre te irás y no volverás a ser mío.
El joven comprendió lo inútil que
sería pedir libertad, que jamás la tendría mientras esa niña siguiera siendo su
carcelera.
-Entonces… masculló con un hilo
de voz. Entonces que me corten la cabeza.
La niña se fue entonces
profundamente dolida por esas palabras y lloró sumida en la tristeza durante
horas.
Volvió entonces para volver a
negociar, y en el suelo halló el cuerpo inerte del muchacho, con una mano en
una cuerda que accionaba un ruinoso mecanismo de poleas. Había también la mitad
de una ventana rota en pedazos por el suelo. Un rastro de sangre salía de ésta
y acababa con la decapitada cabeza del joven un poco más allá.
Y el rojo que tanto le gustaba a
la niña tomó un cariz horrible y dantesco.
La luz que mostró su sonrisa
jamás volverá, ella que quitó la libertad, ella que quitó la vida, ella que
enamorada quitó la sonrisa… Convirtiose en la Q de
corazones.
Que final más triste... pero me ha gustado la historia. El joven no se vende por todas las cosas que la pequeña le ofrece. Lucha por lo que desea, su libertad. Es una pena que no pueda recuperarla en vida.
ResponderEliminarLa chica, en verdad me recuerda un poco a mi. Yo tambien soy caprichosa, mucho. Y lamento que ella haya insistido tanto con sus caprichos que la única cosa que queria de verdad la pierda por no intentar cambiar. Creo que ambas somos muy parecidas. Espero que mi final sea un poco diferente a este. ^^
Atte: Annie
P.D: Animo.
me alegro que te guste. La verdad cuando me he puesto a escribir no tenia mucha confianza en que saliera bien. No creo que la historia sea triste, al fin y al cabo no narro la tristeza sino la exaltación de aquello que es verdaderamente hermoso en la vida y ajeno a la prisión plutocrática bajo la que cada vez colocamos más elementos originariamente ajenos a tal yugo. Dentro de nada venderemos besos, abrazos, hasta sonrisas con sucio dinero en el mundo el que no es artista adora el dinero y no se que es peor que la gente no se alarme por semejante culto a los papeles verdes o que pseudoartistas hagan llamar arte aquello que les financia una vida de lujos y ostentosidades. El arte debe ser libre y gratuito, para todos, asi como los pájaros no se reparten el cielo en el que vuelan y unos invaden el sitio donde antes pasaba otro. El mundo se ha vuelto un lugar de superfluos hombres de hojalata y yo espatapajaro parezco hablar un idioma que nadie comprende...
EliminarTu dices que no es triste pero a mi es el sentimiento que me ha trasmitido esta corta historieta. Tal vez es porque me he sentido un poco identificada con la niña y por eso no he podido evirtar sentirme así.
EliminarPor otra parte, cada vez me asombro más de la forma en la que eres capaz de ver este mundo. Y sobre todo la forma en la que nos lo trasmites con tus palabras ya sean críticas o simplemente la exaltación de lo que encuentras hermoso.
Se que estoy más cerca de ser parte de los hombres de hojalata que de los artistas a los que tú y otra gente pertenecen. Es una pena, yo tambien quisiera ver el mundo como lo ves tú.
Atte: Annie
P.D: no tengas en cuenta las posibles faltas de ortografía. Sabes que no es mi punto fuerte ^.~ .
P.D.2: tampoco tengas en cuenta mi punto un poco depresivo de ver el mundo.