La eterna agonía de un porqué sin respuesta...

lunes, 28 de noviembre de 2016

Los paraísos astronautas

Algún tipo de reacción físico-química hacía brotar de la superficie de mi lata de cerveza discretas gotas que me humedecían la palma de la mano en aquella inusualmente cálida tarde de abril. Acababa el mes. Dentro de pronto empezarían los exámenes de final de semestre y no había pasado prácticamente por clase en aquellos últimos meses. A Cami la habían echado de su trabajo y vivíamos con un alquiler alto tres personas con el sueldo de Ore y las siempre bien recibidas donaciones de mi hermana mayor. Yo estaba en paro desde hacía cuatro meses o más, pero así como antes no iba a clase porque quería descansar y practicar con la guitarra. Ahora no tenía excusa que me alejara del aula, Los motivos se reducían a que estaba cansado las veinticuatro horas del día. Un cansancio absurdo y abrumador que me frustraba cada vez más.

Los rayos de sol iluminaba paulatinamente con un brillo amarillo la celulosa de la planta del cuarto. Esa bendita planta era lo único que me separaba de una depresión o de una, aun peor, patética vuelta a la casa de mis padres. Nada hay en la vida que Bowie no lo pueda arreglar. Alegaba mi amiga anarquista. Mentar a Bowie no se limitaba a poner su música a todo trapo en la habitación (que también), era todo un ritual. Nuestras casas pertenecen a esas casas nuevas, sin historia, pero con un montón de pijadas tan neoculturles que te harían vomitar sobre el feto abortado en el que se debió de quedar la persona que las creó. Nuestra casa tenía regulador de la iluminación de las bombillas con una clavija junto al interruptor, es lo que quería decir. Perdón por lo del feto, es que ahora se lleva que los artistas seamos muy trasgresores y digamos de vez en cuando cosas políticamente incorrectas, Ori, nuestro amigo sudamericano lo llama: "esas pequeñas catarsis para tarados"... A LO QUE IBA, Bowie era más que un músico, un ritual, una institución dentro de nuestra quimérica familia. Consistía en bajar la luz de mi cuarto, Entrar los tres en él. Encender un canuto generosamente cargado de maría, obviamente escuchar a Bowie con mi equipo de música (era el mejor de la casa, por eso lo hacíamos en mi cuarto), yo cogía mi Gibson de segunda mano y mientras intentaba acompañar la música, Ore leía poesía.

En aquellos instantes, no podía decirse ni que fumaba, ni que tocaba la guitarra, ni que escuchaba poesía, ni a un músico prematuramente muerto... no, se trataba de otra cosa. Sé que puede parecer, siempre a ojos faltos en poesía, una movida de drogadictos, pero os aseguro que la aventura que se formaba en mi mente era absolutamente metafísica. El viaje que se producía no era astral, mi cuerpo entero sentía los huracanes a los que asistía desde la colcha de mi cuarto, sentía el tacto frío de las rocas del jardín de una pagoda budista a millones de kilómetros y las sensaciones no se despegaban hasta que pasaban unos minutos. Podía llegar a tener relaciones sexuales con mujeres que nunca había visto y sus rostros atravesaban mis ojos con una definición que sentía su sudor crecer en la superficie de sus cuellos y podía pasear ingrávido sobre miles de cabezas niponas en el barrio de Shinjuku. También podía no percibir nada de aquello, podía no materializarse en representaciones concretas de objetos de deseos subconscientes, también se daban situaciones maravillosas donde podía simplemente abstraer conceptos y captarlos en su soledad existencial. Era fantástico estar en tu cuarto y ser capaz de desacreditar a Bourdieu, quién, de haber sido electricista, habría inventado -¡seguro!- un sistema de regulación de la intensidad de la luz de casas particulares, que, además, ahorraba energía y ayudaba a salvar a los osos polares del polo norte.

Os hablo de esto porque en este momento estaba hecho un lío. Mi vida a partir de entonces se tenía que bifurcar y yo sólo podía tomar una de dos decisiones (había una tercera que consistía en llorar y llorar y volverme histérico en mi decisión y volverme a casa de mis padres porque el alquiler no se amortiza con tus mocos de cocodrilo): O una de dos, o seguía adelante con mis estudios, entraba en un sindicato y me terminaba casando con una chica razonablemente problemática y absolutamente cínica que me hiciese perder la cabeza; o bien, seguía el camino de la música, con el que aún me quedaría la opción de ser sindicalista con canciones protesta y con el que seguramente no pudiera contraer un matrimonio fructífero, menos aun, feliz.

Como músico era bastante bueno, siempre he sido bastante bueno, modestia aparte. El mejor músico de cada grupo de fin de semana en los que he estado, nunca suficientemente bueno como para que me llamaran de ningún sitio importante, ni local ni grupo profesional. Lo malo de ser un guitarrista genio es que si en el mundo de la música hay otro genio, probablemente, toque la guitarra, añádele a eso la cantidad de guitarristas mediocres que pueden defender algo en un escenario y te encuentras con el desolador panorama de que lo tienes jodido como no te muevas mucho, rápido, bien y la contrapartida de hacerlo mucho y bien es que no te queda tiempo para estudiar una carrera y meterte en un sindicato. No fui hecho un ser todo-terreno. Hay gente que se apaña con dos trabajos, una familia, hobbies… yo no. Necesito tener mis momentos Bowie, necesito dormir ocho horas y masturbarme recurrentemente. Tengo necesidades primarias, biológicas que me obligan a reivindicarme como músico, o como politólogo. De ninguna de las maneras salvo al mundo de su mierda, eso lo tengo meridianamente claro, no es una cuestión de ética y de responsabilidad social frente a egoísmo y satisfacción personal. Sólo se trataba de mí y de lo que me haría más feliz. No tenía ni idea de qué era lo que debía hacer. En el frente de estudiantes me sentía relativamente útil, pero a veces la burocracia y la prepotencia y la gilipollez de algunos veteranos me ahogaban y me hacía replantearme muchas cosas. El escenario por su parte no me exigía nada, cuando quería me subía, cuando no, me bajaba; ni me reprochaba ni me exigía, sólo lo que creaba en él cada noche era lo que importaba, desaparecido el último acorde todo se iba de vuelta al silencio. Como amante, la música, no tenía rival en mi historial de ligues. Además tenía un encanto y un erotismo el griterío, el sudor y el alcoholismo de un par de copas que, por norma, siempre llevaba encima antes de una actuación, hacían de la experiencia una aventura erótica en un sentido muy romántico.

El sindicato, la carrera y tratar con mis padres (obligatorio en la medida en que me financiaban la carrera) y con todo el elenco trágico que representaba el cuerpo de profesores era desagradecido, duro y rutinario pero daba estabilidad, seguridad y confianza pese a todo. Me daba, también, a mis bienamadas compañeras de clase: cine y propaganda. Una asignatura optativa hecha para chicas cínicas, problemáticas, fabulosas… con quien puedes hablar de Maupassant sin aburrirlas y se acuestan contigo (si les apetece) a la primera noche de conocerte. Con eso no se juega,

Me pasé la mano empapada con el rocío de la lata de cerveza por mi frente que llevaba caliente un rato. El sol había llegado a iluminarme todo el rostro y mis pupilas contraídas buscaron mi guitarra entre los pliegues de la cama, me di cuenta de que hacía rato sin tocar, la atraje hacia mí. Toqué lo que se me ocurrió mientras se me ocurría que lo mejor que podía hacer en ese exacto momento de mi vida era cerrar los ojos y tocar.

jueves, 17 de noviembre de 2016

La metalurgia de los corazones pesados

La ballena hoy no abrirá la boca
La atrocidad formará parte de la inconsciencia
y un yo que se pierde se sumergirá en las tripas
buscando algo, imagino
que llevarse a los dientes y masticar.
Por pasar el rato, y, de paso, sobrevivir un tiempo más

La ballena ha sido quizá la protagonista de este viaje
de lengua submarina en la que me he depositado.
Entre glándulas salivares duermo,
quizá no soy tan asqueroso, cuando no se digna a escupirme fuera
fuera de ella, yo mismo.
Dentro: la cosa.

Y entre medias de la metáfora: una vida indefinida

Hoy, si no abre la boca, no llegará el loco distraído
y el rey Lear volveré a ser yo solo.
Esta comedia se me hace larga, pero el viaje no se detiene
Ya no sé distinguir entre el movimiento y el reposo.
Sé que camino porque una rana que me acompaña,
debidamente trajeada como un buen inglés me lo dice.
Yo presumo que lo sabe porque tiene traje
y una chistera que me demuestra su indudable sapiencia

Es fascinante.
Sabe todo lo que se conoce sobre la fermentación de los órganos particulares
Comenta que una vez, hizo zumo de vida a partir del tuétano de un caracol
Creo que es fascinantemente curioso.

Entre el espectáculo y la espectacularidad de la rugiente barriga
compongo melodías que solo la rana escucha.
Juego con las tripas y las convierto en mi caverna presocrática.
Sienta bien estar solo a veces. Sienta bien ser persona.

A veces, la rana me sonríe, por filantropía, dice
Yo no entiendo sus mensajes encriptados, pero ella dice que habla de la vida
y que todo es más sencillo de lo que me figuro.

A si que he decidido no pensar nada, leer a Hegel el resto de mi vida y respirar con el esternón de los monjes tibetanos
Porque, puestos a ser marcianos, seamoslo con traje inglés y chistera.

domingo, 16 de octubre de 2016

La belleza era otra forma de mentir

A medida que mis ojos avanzaban sobre aquellos símbolos me invadía un sentimiento de inusitada frialdad. No es que no trasmitiera nada. Es que aquello que trasmitía era una estepa siberiana. Era la nada universal unificada en las palabras que escribió. Aquello que debía ser terrible y trágico, quedaba ahora bañado por una sal tediosa y una incómoda ataraxia.

Sólo decía lo que había pasado a los hombres más desgraciados que fueron a parar al lugar más terrible del planeta, y para desazón de los morbosos –es decir, para toda la sociedad occidental- aquello, no despertaba ninguna lágrima, ningún suspiro, ni el más leve desvelo. A penas uno había empezado ya quería terminar. Cuando llegué a la página treinta y cuatro, cerré el libro un instante. Cerré los ojos, me percaté que si había llegado tan lejos era por el mito que representaba, por convertirme en la clase de chico que lee a Primo Levi al terminar su clase de francés y sentirme realizado como persona. Realmente lo que hacía era otra forma de hedonismo. No me comprometía con nada ni con nadie, sólo esculpía mi persona tal y como los culturistas esculpen su cuerpo. Con el mismo deseo de orgullo y satisfacción propia. Al final ser rebelde solo era otro teatro dónde metías tu cabeza, mantenías la respiración trece o catorce horas a la semana, en la hora del almuerzo con Celia y después de clases, en la cafetería, con los del sindicato, y bastaba. Después volvías a tu habitación y el nihilismo volvía a llamar a tu puerta.

Escruté con concienzudo interés la portada. Los bordes estaban levemente desgastados por el uso. Comprar libros de segunda mano forma parte del teatro juvenil. Comprarlos de primera mano te hace perder prestigio, dejas de ser un romántico para ser un yuppie pragmático para quien comprar libros representa una mera transacción sin ninguna ceremonia. Para los jóvenes, todo lo que tenga que ver con la formación cultural es sacro y debe realizarse con una conciencia casi mística, es difícil entrar en este estado zen bajo la intensa iluminación de un centro comercial. Pero seamos sinceros, nadie encuentra libros de Lyotard de segunda mano, o de Merlau-Ponty ¿Y porqué ellos no merecen ser leídos? Hasta los libros que compran y leen los rebeldes están marcados por la lógica del sistema que los mismos rebeldes creen esquivar cuando van a comprar libros de segunda mano.

-¡No te atrevas a decir nada así con los del sindicato! -Me advertía Celia entre carcajadas cada vez que le comentaba mis opiniones en el almuerzo.- Se sentirán súuuuuper ofendidos y te empezarían a nombrar un montón de gente súper influyente que tiene afinidades leninistas o trotskistas. Y no se callarían hasta hacerte perder las ganas de discutir.

-Pero al final el jefe de todos es la comisión del banco mundial y toda esa peña a si que qué más da que afinidades tenga un hombre concreto, los hombres nada pueden. La historia se escribe sola, y el pueblo la sufre. Esa es la única realidad que me dejan ver mis ojos. Perdón por la desolación que pueda hacerte sentir.

Celia se reía también entonces. Le encantaba verme cínico. A mi me encantaba verla reír, en aquellos momentos siempre pensé que el cinismo era otra obra que representaba, que en realidad nunca dejaba de ser rebelde; que era un rebelde rebelado contra la rebeldía. Supongo que solo quería sentirme aun más especial y eso sólo era más y más hedonismo que, para variar, no le era útil a nadie.

Repasé las letras con mis dedos fríos: Si esto es un hombre. Debo reconocerle una cosa a Primo Levi. Ser tan frío te ayuda a ver que en realidad, los miserables no están rodeados de un aura de indefensión sacra por la que merece la pena luchar. Realmente el miserable es miserable y punto, sin floritura ni ornamento. Los miserables no entienden a Marx, y eso también debe ser entendido como un pilar fundamental de nuestro teatro. Luchamos por los humildes con nuestros libros y nuestros debates, nunca sin involucrarnos demasiado. Consiguiendo las limosnas que quieran darnos los de arriba. Si nos excedemos, los de arriba nos mandan a la policía y nos dan una buena paliza. Luego, a la mañana siguiente, enseñan tres imágenes con contenedores ardiendo, en la prensa y, voilà, ya tienes a toda la gente humilde detestando la revolución, protestando contra el joven que pone en riesgo sus comodidades. Parece su derecho, el rebelde debería respetar al menos el sueño de los oprimidos y alienados.

Llegué a la conclusión de que Primo Levi había dado en el clavo. Hay que hacer caer el viejo mito de que lo penoso es conmovedor. No hay mérito en la pobreza y en la miseria. Lo que hay es pobreza y miseria, y leer sobre ello solo nos puede dejar fríos, desganados, ausentes. Esta es la única realidad. La poesía miente, disfraza al mundo y Platón hacía bien al dejarla fuera de su república.

Por muy torpe y pretencioso que suene decir esto creo que fue el amor el origen de la catástrofe humana. Sólo por el amor merece la pena arriesgarse al fracaso, a la muerte y al crimen. La belleza nos hizo creer que el mundo y la humanidad eran causas nobles que merecían el esfuerzo y la entrega. Por eso tuvo que ser un desengañado químico partisano superviviente el que nos dijera cómo funciona el mundo. Dejé el libro en la estantería. Cogí el teléfono, quería llamar a Celia y charlar un rato, pero lo pensé mejor. No tenía la energía ni las novedades necesarias como para entretenerla, como para prolongar una conversación. Cogí mi mochila a penas llena, mi teléfono móvil, las llaves y me fui a la cafetería. Aun era pronto para cenar pero no sabía qué más hacer.

De camino pensé qué podría estudiar el año próximo. Había decidido, hacía un par de semanas que abandonaría definitivamente historia. Mi pérdida de interés no se había producido únicamente por mis ideas contrarrevolucionarias, también porque mis calificaciones eran un desastre y Celia creía que me iría mejor estudiar algún idioma.


Por si os lo estáis preguntando, Celia no era mi pareja ni nada parecido. Ni tan siquiera una amiga cercana, solo alguien que en determinados momentos, digamos que ejercía una fuerte influencia en mí. Tampoco estaba metido en ningún sindicato de estudiantes, pero Celia tenía amigos allí y coincidíamos recurrentemente en el bar. Cuando no hablábamos de cambiar el mundo era gente con la que realmente me gustaba hablar.

domingo, 9 de octubre de 2016

No más para mí.

La vida es aquel estado en el cual lo inmanente crece y se confunde con el ser.

Paseábamos junto a la playa. El ruido ensordecedor de objetos arrastrados, niños que gritan y juegan, camareros que recogen vasos y en su afán los hacen chocar. el sonido del mar llega en forma de eco lejano como si el mundo no hubiese sido hecho para que el mar sonara. El viento mueve las telas de los tenderetes, la de una carpa lejana, la de algunas sombrillas. Sombrillas en un día nublado. Me esfuerzo por sentirme melancólico pero sólo me siento cansado. No puedo concentrarme en pensar algo que sacar a colación. La miro, ella lo nota, y me imita. Finge que no le importa el silencio.

Creo que piensa en no saber qué hace allí, conmigo. Echo a andar reagrupando un poco de fuerzas. mis brazos se balancean, enfermos, como contagiados de una fretura cósmica. El instante se volatiliza en mi mente y el recuerdo deja de grabar los acontecimientos. Al llegar a otra ninguna-parte me mira con ojos de poeta exigiéndome un discurso elaborado. Yo ya he abandonado la idea de establecer conexiones lógicas de palabras. Sólo poseo la originalidad relativa de una frase que se me presenta sin contexto: la vida es aquel estado en el cual lo inmanente crece y se confunde con el ser.

Esto es todo cuanto mi mente arraiga en el subsuelo de su edificio en este instante. Busco algo en el cielo con los ojos de los autistas. Pronto me contraigo avergonzado. "¿quieres tomar algo?" alcanzo a mustiar. Lo cierto es que un té frío comienza a apetecerme. Mi lengua saliva, noto la boca pegajosa con algún esputo. Toso profundamente, con frío en lo profundo. Mañana tendré algo de temperatura, probablemente. Le sonrío y me disculpo mientras tomamos asiento en una cafetería. La tarde pasa, nuestras frases se suceden. Acaece la tarde. La penumbra invita a pasar a un inarmónico viento. Su pelo se pelea contra las olas invisibles.

Sonríe y cuando termina no la dejo pronunciar las palabras que quiere decirme. La hago desaparecer con esfuerzo. No debes existir, ese es el hecho.

martes, 4 de octubre de 2016

Dinamarca

Mañana lloverá en mi conciencia
soy capaz de ver los nubarrones provenientes de la borrasca del sueño
Un niño está sentado en medio del cráter que ha creado la erupción del obús mi resentimiento
todo empolvado como un niño sirio
me mira, curiosea entre las piedras, murmura, medita
cuando le entra sueño se recuesta y de sus tripas brota, a través de sus orificios nasales
la acuarela oscura, que forma los menatados nubarrones
Si lo ve algún albatros, a veces, se detiene
comparte con él un gusano y conversan

El cemento nacido de mi autocomplacencia baña sus pies descalzos
Siento que uno solo de tus inocentes comentarios podría acaso hacerlo sonreír de nuevo
removería mis tripas. Tengo tanta fe en mi debilidad que seguramente vomitara
me temblaría la garganta y volvería a no estar tan enamorado de ti. Pero un poco sí.
Volvería a ser extraño
Voleverán las oscuras golondrinas. Qué tontería.

Coges probablemente tu teléfono, salida de la ducha, y aun distraída leyéndote las pecas
ves mi avatar junto a mi nombre y pasas de largo.
Quizás tus ojos se iluminen en una fracción de segundo
quizá sueñe demasiado.


Desengañate.
El niño se pone su recurrente máscara y vaga por el paraje desolado de Ninguna Parte
sé que es egoista pero yo también quiero sentirme echado de menos
vuelvo a sentirlos, sentirme, yo, pues; lejos.
Mi ser vuelve a frecuentar la taberna ruinosa de los presentes invisibles. De los futuros imposibles
Mi mente vuelve a irse
Me quedo con una cerveza que se acaba, y canciones que sugieren el frio.
Parajes lejanos donde ser sombra de un deseo fragmentado

Para variar, no tengo mucho más que contar.
Farewell.

martes, 20 de septiembre de 2016

Noche rima con noche

Creía que hoy no me pondría por delante del tren que significan mis pensamientos.
Pensaba que podría ser capaz de darme una tregua,
que mi instinto de supervivencia sobrevivía tras de todo
y ya ves que he hecho.
Hecho un desastre vuelvo, destartalado, al vertedero de las palabras
sin paraguas y al abrigo de mis manos tibias

De estos meses nada saco en claro
no soy amable, ni bueno, ni político,
ni intelectual, ni esta estúpida sonrisa...
mi ser tampoco es nada, es solo porquería que escupir en porquería aun mayor

mi vida es mojar la lluvia, soplarle al viento
soy insignificancia,
gratuita cantidad de sufrimiento que se adhiere a las paredes
¿Frío, melancolía...? demasiado bonitas para llevarlas como nombre
una sombra nocturna.
Más de eso que hay y que a nadie le importa.
Mi ser no es negaciones, es excremento nacido de las cuencas vacías
que la gente muerta me dedica desde lejanos lugares.
porque estás muerta, muerta, muerta,
¿me oyes?

No soy bueno con mis manos, escribiendo.
esto que hago constata un fracaso, mio, mi ser, yo.
fracaso.
Soy la risa de ese extraño que se mofa de este verso
y de éste
y de éste...

No quería escribir ¿Para qué?
para arrollarme. Solo sé
hacerme daño y prolongar
mis cortes de navaja por el cuerpo
que acaso, de mí, sea lo único
entero

Desde que me pedí el respeto me he dando cuenta.
¿qué queda cuando ya no satisface ni el sexo,
cuando nada es suficiente?
y tú, inútil ser indolente, le quitas ganas a todo.

Es porque todos mis escritos acaban siendo sinónimos que no me gusta nada
he perdido el cerebro tras el aterrizaje forzoso
Mis trece corazones no son suficientes
Yo no quería escribir poesía, no ya,
pero noche
sigue rimando con noche
y yo, nefelibata, yo,
sólo rimo con lo sucio







domingo, 14 de agosto de 2016

Y pensar que todo pasó con la rapidez con la que se disecciona el tiempo. No es que guardáramos las fuerzas para resistir las piedras que lanzábamos contra nuestro propio tejado, pero podríamos habernos guardado las últimas palabras para un invierno más hostil. No se me ocurrieron razones con las que enfrentarme a ellos. Les dije que no quería hablar de lo que pasó. Puede que tus preciosos tobillos nunca más choquen con los míos, a si que me despido con la desilusión de un cínico que cree que nunca ha llegado a intentarlo.

Ahora todo es angostamente cálido y me desespera lo lentos que pasan los segundos ahora que la nada se ha apoderado de mi agenda, mi calendario, mi biografía.... Te extrañaría si hubieses huido tú antes que yo... quiero decir que entiendo que lanzaras mis LPs por la ventana. Se volvieron pájaros antes de tocar el suelo. Pájaros que ya no anidarían en la balaustrada de tu edificio. La tasa de desempleo en el sector de la apicola, dicen, ha crecido desde que decidiste eliminar toda la dulzura de tu vida. No puedo evitar pensar que yo soy medio-responsable. No te olvides de Tomás.

Al final somos lo que el viento nos trajo aquella madrugada, hojas secas, partidas en mil pedazos. Mire donde mire, te veo convertida en metáfora. Ahora cuando leo, me sorprendo, pues ya no imagino tu cara cuando en la novela aparece "Mónica", "Teresa", "Cristina"... ahora hay otras "Mónicas", "Teresas", "Cristinas"..., pero eso si, sus historias siempre tienen que ser casi igual de sangrantes.

Las plantas se secaron, por fin. Pude deshacerme de ellas. Cuando veo ahora la terraza despejada no escucho al vecino del oboe, quizá haya comprendido ya que el mundo no le escucha, como vaticinamos. Seguramente el instrumento sufriera un bello final el pasado veintitrés, quemado junto al mar. El sonido de crepitar de las llamas, fue su última sinfonía.

Unos se queman y otros nos ahogamos, qué cosas ¿eh?

No te voy a mandar esta carta.

miércoles, 20 de julio de 2016

cosas no resueltas del siglo pasado

Es verdad que el abismo es un espejo
más bien como una madre.
Es aquello único que conozco
donde reconocerme
solo hay la nada
el vacío del mundo soy
la nada más grande del universo
la única nada que existe
fríos y solos, los días tristes
La lluvia galáctica descansa en la orilla,
una orilla tosca oscura a penas
en la tarde
nubes
Para ser tan joven tienes muchos pájaros
no hay cómo esquivarlos, crecen
fingen su muerte y me trastornan
una duda asalta mi mente
una duda existencial
si yo soy ese que describo
¿quién es ese que escribe?
Si yo estoy en frente
¿quién hace la foto?
a penas un fotón sin masa
un huérfano sin casa, ni sombra,
Al menos la nada que soy tiene frío y es una playa
pero ¿este que me escribe?
este escritor no es ni paranoia
no alcanza a ser el más torpe de mis pájaros

Frente al abismo un escritor inexistente y yo mismo que acaso llegue a un algo remoto
eso es todo cuanto se me ha permitido dar con
degradado,
madera húmeda
la melodía que se mece, cae al silencio
otro abismo más
las justificaciones sólo caben donde no se acepta la sencillez
quien comprende, solo escribe poesía.
unas palabras que rezan: el sentido es lo único que necesitamos
y lo único fuera del alcance
dado este desastre,
desesperémonos
la desesperación será un buen subterfugio para pasar esta vida
este burocrático trancec

jueves, 30 de junio de 2016

Esta historia es un atentado contra la belleza

Nos conocimos en esa edad donde toda idea inmoral era una buena idea. Visto con perspectiva pordría decir que en aquella epoca, eramos Satán. Como Satán pero con más imaginación. Hubiesemos podido violar a la mujer de Fausto y aun habríamos sido tan descarados como para pedirle un café y un puro. Todo lo que nos pasó acabó por ser inevitable. Nunca nos llamábamos por nuestros nombres. Para mí, él era Demián; y yo por supuesto, era Gatsby. Cuando, tiempo después apareció ella, decidió llamarse Bovary.

Nos jactábamos de renunciar a nuestros apellidos. Nos autoproclamábamos huerfanos de espíritu cultural. Nos pasábamos el día fumando borrachos, farfullando chorradas sobre las crisis de nuestro tiempo. Bovary y Demián se pusieron a salir pasado algún tiempo. Él solo lo hacía para poder tocarle las tetas y ella... Dios sabe porqué se puso a salir con ese capullo. Es curioso pero en el fondo, creo que los odié tanto como los amé a ambos. Después de una primera etapa adolescente, insustancial hasta cierto punto trágico, llegamos a una inusitada juventud para la que ninguno estábamos preparados. Nos empezamos a faltar al respeto metódicamente y sin pretextos. Eramos propensos a todo tipo de agresividad, como si en ella se depositara toda causa justa, como si fuera de repente, el único idioma que pudiéramos hablar. Todos nos sentíamos dioses griegos en mitad de trifulcas que en realidad no significan nada pero que en su suceder, acababan con las vidas de miles de griegos. Bovary, la muy imbécil, me coaccionó en otoño para que saliera una vez con ella, Demián y una amiga suya de clase de francés.

Llegado un punto en esa cita tan antinatural nos dejaron a mí y a la cuarta en discordia, solos.

-¿Por qué francés? se me ocurrió preguntar. No quería una respuesta, de hecho no tenía que haberla verbalizado. De haber estado con Boba-/ri/ seguramente ella me habría contestado "¿por qué francés? ¿Eres idiota o qué?" pero claro, ella era una recatada y elegante señorita y me dijo algo formal y correcto, algo vomitibo que tardó como treinta minutos de terminar de explicar. Luego me preguntó.

-Y a ti ¿te gusta el francés?- ¿Vaya pregunta más estúpida verdad? bueno pues le respondí de una forma no muy correcta.-

-No, la verdad es que nada. Los hombres que hablan francés, me parecen todos maricones hablando chorradas.

-No lo puedes decir en serio.

-Te lo juro, me da mucha tirria.

Luego hablamos de otras chorradas hasta que consideré que fueron chorradas suficientes como para que besarla no le pareciera indecente y prematuro. Yo en realidad no quería besarla y hacer de aquello algo romántico. Mis intereses eran puramente sexuales. Habría preferido librarme de los preliminales pero era imposible así que tuve que hacer la burocracia de rigor. Primero el pelo, luego el cuello. Cógele la mano, la cadera, luego ya pruebas con los pechos. Qué ni se te ocurra parecer ansioso por llegar a esa parte. Si te precipitas la chica se corta como el all i oli y ya no habrá vuelta atrás. Cuando yo ataqué puso gesto de disgusto. Antes de que aquello se arruinara tuve que detenerme a decirle lo bonita que era y lo bien que le quedaba el vestido en el escote, que no había podido resistirme.

-¿Cuál es tu nombre? "Ellos" sólo te llamaban Gatsby, quiero saber cómo te llamas.

-Me llamo:,,, Amando... Estrella. -Mentí-

-Qué bonito.

Seguí besándola y aprovechándome de su ingenuidad. Para tener dieciocho años tenía aun los pechos muy poco desarrollados, nada como los de Bovary. Cuando pensé en ello no quise seguir tocándola. No quise seguir con ella. Pensaréis que soy un tipo bastante despreciable. ¿No os lo había dicho? El mismo Satán.

No dejaba de pensar que Demián estaba haciendo lo mismo que yo en ese momento pero con una chica con pechos más desarrollados y que además usa la lengua al besar. Aquello me ponía enfermo. Quise matar a alguien. De repente ese bastardo con cara de drogadicto me ponía de los nervios. Y Bovary solo era una ninfómana cualquiera. Los odiaba a ambos.


Bovary pasó luego meses sin acercarse a nosotros. Cuando ella no estaba era como si nuestra amistad comenzara de nuevo. Hablabamos tranquilamente sobre series, películas, alguna obscenidad y hasta del futuro. Casi parecíamos estudiantes normales. A veces hacíamos alguna gamberrada como robar bolsas del vestuario de la piscina de la universidad pero nada demasiado peligroso. Sólo nos daba un subidón de adrenalina suficiente como para no necesitar drogas más duras que el tabaco. Para nosotros era positivo. A veces salíamos por las noches pero rara vez ligábamos algo. Acabábamos siempre viendo alguna película y riéndonos de los intérpretes masculinos. Cosas tipo: "ese tío tiene la nariz como dos veces yo", o "¿ese no es muy mayor para hacer un papel tan secundario?", o "¿cuan humillante puede ser que solo te llamen para ser el clown de la película?".

Cuando volvió Bovary sentí que no quería que volviese. Nos estuvo reprochando no haberle hecho caso. Bueno eso fue más dirigido a Demián, a mí me criticó no haberle dicho tampoco nada a la chica de aquella vez. Pero es que a mí esa chica no me importaba en absoluto. Total que nos hecho una charla sobre inteligencia emocional, empatía y madurez que solo soporté porque a través de la camiseta se le marcaban los pezones y se los podía mirar de reojo sin que se diera cuenta. Soy despreciable, sí, pero ¿qué le vamos a hacer?

Cortaron a los cinco días de aquello con su extraña relación. Yo volví a salir con la amiga de francés solo porque ella me lo pidió y cómo entonces ya no salían juntos, Bovary me ponía menos enfermo. La chica seguía igual que cómo la había dejado, tras medio año, no se apreciaba ninguna novedad. Su busto, igual de decepcionante. Total que al final me dio por decirle que estaba muy enamorado de Bobary y que toda aquella situación me estaba haciendo mucho daño; que sólo intentaba hacer aquello que el mundo esperaba de mí, que no sentía nada por ella y que sentía hacerle daño. En realidad no sentía nada de aquello. Solo quería dejar de verla sin que Bova me retirase la palabra. Aquello acabó sin mucho drama, he de decir.

Tras dos semanas tuve una conversación rara con Bobary.

-No sé qué me pasa. Me gustáis los dos pero, los dos, sois insoportables. De alguna manera os desprecio pero sois los dos únicos chicos del mundo a los que veo con pene.

-¿No será que no tienes más amigos?

-Sí, pero ¿qué os pasa? sois supercapullos, Demián es demasiado arrogante y egocéntrico y tú eres siempre muy sombrío y no tienes nada de iniciativa. Sólo vas a los sitios si te llevamos nosotros, eres patético. ¿Por qué no puedo ser la amiga de chicos más guapos y normales?

Para lo dura que estaba siendo, actuaba como si la ofendida fuera ella, como si nuestro modo de ser la insultara a ella. Yo no iba a contradecirla, la verdad es que llevaba razón pero me cabreó, joder, tengo mi orgullo. Total que no hablé, porque no quería hablar, quería estrangularla y no quería. No sabía exactamente que sentía, deseaba que se fuera y que no volviera nunca. Acabé besándola. Forzándola a que ella lo hiciera a su vez. La besé porqué la odiaba y mi odio tenía que construir o destruir algo. Pese a lo grotesco, aquello sería el momento más placentero que había vivido. Ni mil mochilas robadas del vestuario masculino, me habrían provocado una hipertensión parecida.

-¿Comprendes más cosas ahora? ¿Eres capaz de ver ahora a alguien más a parte de ti? Actúas desde una superioridad que nadie sabe de donde te has sacado y te atreves a llamarme patético, aquí todos estamos perdidos, no te atrevas a decirme nada. Tú no eres especial. -Llegó un momento en mi discurso que ya no sabía qué decía pero ella asentía en silencio, dándome la razón como si fuera una niña pequeña que obedece a la autoridad de un adulto. Creo que en aquel entonces sólo necesitaba que alguien la escuchara, que sus palabras llegaran a alguien, sentir que cuando hablaba, sus palabras, no cayesen a un vacío infinito.- 

-En tres días empiezo las vacaciones y no quiero volver a casa, no sé dónde irás tú pero quiero ir contigo. Quiero estar una temporada solo contigo, sin Demián de por medio. Creo que a ambos nos vendrá bien.



Demián se enteró de que habíamos pasado el verano juntos, en el campo. Supongo que por amigos en común- Por esa razón creo que lo conté a gente con la que tampoco me llevaba demasiado bien, porque quería que él se enterase. Creo que quería hacerle daño sin dejar de ser amigos, al menos no quería ser yo quien rompiera la amistad. Quería que fuera él quien sufriera, quien no lo soportara y tuviera que alejarse de mí, solo así yo ganaba aquel retorcido pulso que para entonces era nuestra amistad. Lo hizo, se alejó. Gané. Ni siquiera hubo conversación o pelea de despedida. Creo que algo dentro de él, le dijo que durante las vacaciones habíamos mantenido una relación romántica con episodios sexuales; o que al menos había logrado, en el afrodisíaco furor del verano, acariciar sus pechos. No fue así. Simplemente pasamos un verano como amigos. Era lo que necesitábamos, algo de paz. Nada depravado por unos meses. Pero existía aquella parte de Demián celosa, y aquella parte hizo lo propio. Era algo que no conocía, que deseaba desatar, sí, pero que no esperaba encontrar. En mi subconsciente había simultáneamente dos ideas "quiero que sufra, que sienta celos" y "es imposible que algo así le afecte". Pero de alguna forma lo conseguí y Demián intentó suicidarse al comenzar septiembre. Yo aquello nunca lo sabría. Cambió de colegio a uno pijo, caro, con uniforme y todo. ya tenía dieciocho para diecinueve y Dios sabe cuantas veces repetía. Yo ya no sabía que hacer y me metí en el ejército. No me llenaba. A nadie en realidad le llena -como mucho a aquellos que desde un principio, no tienen nada que llenar-. Me carteé con Bovary unos meses. Hasta que encontró otro chico con el que escribirse cartas y con el que hacer otras muchas cosas, como por ejemplo perder, por fin, la virginidad.

¿Nos fue bien? Nos fue, de un modo u otro, nos hicimos con un camino. Intentamos ser felices. Nunca fuimos malos del todo pero los tres acabamos con una sensación de tener miles de pecados que expiar. Fue algo rara aquella etapa. Fue una de tantas, supongo.



"el antagonista de la historia de todo hombre heterosexual siempre fue un buen par de tetas"



Taste it. Feels good right?

lunes, 6 de junio de 2016

bah

Total, que al final sólo sé que no sé nada. No saber nada me crea un desasosiego extraño. Eso también lo sé. Sé que no sé y que el no saber es todo cuanto puedo conocer. Conozco un nada, conozco que hay una sombra a mi espalda, y que cuando me giro a mirarla, me da de nuevo esquinazo. Creo poder llegar, y me resbalo, tropiezo y caigo. Aun así, conozco que no puedo conocer algo. Y me revelo contra mi naturaleza torpe. Y creo una ciencia y creo en ella con la resolución de un fanático chamán tribal al que le funcionan sus danzas de la lluvia. Comparto mi desconocimiento con seres extraños. Entre ellos me pierdo. No conozco que soy yo, dentro de ellos. Porque somos puntos conectados en líneas de metro convertidas de forma divertida en analogías de las ideologías particulares, nuestras idiosincrasias y todo lo demás. Solo sé que equivocarme es todo cuanto puedo. Puesto que no sabiendo, no me queda sino jugar a los dados en cada uno de mis actos frente a según qué acontecimientos. Creo que me pierdo si no hago. Creo que el acto es mi fundamento. Yo soy aquel que crea antes de ser creado. Es decir, juego, y al jugar, nazco.

Conozco también mi finitud. Mi finitud me atormenta más, acaso. Tengo los ojos henchidos de lágrimas de estupor ante una finitud que parece más cercana que cosa remota. Y en este tiempo finito me obligo a conocer algo que valga la pena. Porque después de mi tiempo, algo necesito dejar de mi existencia. Si no, desapareceré. Aunque no lo sepa y no pueda asegurarlo. Creo que prefiero dedicar mi vida a una búsqueda que desperdiciarlo (el tiempo). Después de buscar mucho o poco creo conocer o percibir tímidamente algo. Y a ese algo me aferro, como un marinero a un cabo en mitad de un temporal que agita y zarandea el barco. Si el cabo se suelta, es el final. Bendito, bendito cabo. Cabo, tú eres todo lo valioso. Cabo, sin ti me acabo, que juego de palabras más estúpido. Tal cabo es idolatrado como todo cuanto es en el mundo. Ese cabo fue llamado comunismo, hedonismo, más allá, patria, hijos… lo que pretendo demostrar es que el nombre perfecto que debe adoptar el cabo es: Uno mismo.

Y ¿qué es uno sin el cabo y que es el cabo sin uno? Yo quiero creer en algo y dar mi vida por ello, como Galileo (casi) o Saint-Just. Como en una novela romántica. Ya que tengo que dar la vida, que sea de forma heroica y que se yergan monumentos ensalzando mi valor al defender una nada, una nada porque el cabo es solo una metáfora, es la contingencia de una vida que se decidió emplear en algo que nadie más que uno mismo comprendía. Nadie lo comprendía porque nadie puede saber nada más allá de su ignorancia. Las grandes naciones durante el siglo pasado se han aventurado con entusiasmo a una cantidad muy grande de proyectos de mejora política. Han ideado nuevos imperios y nuevos modelos de Estados queriendo hacer de ellos la gloria de una cultura clásica que ya solo son rocas y lienzos a los que les preguntamos la opinión. Ante su muda resolución creemos estar en lo correcto ¿qué otra cosa podríamos creer sino? Nadie actúa sabiéndose equivocado. Paremos a reflexionar. Si en el siglo pasado nadie se hubiese movido, los antiguos, no estarían más decepcionados. Pero hay una cosa segura, otra cosa más que sé. Nos movemos, perdidos, hacia ningún lado. El Estado no tiene un camino, porque los seres humanos, cada uno, aguanta un cabo. Si queremos ver en el Estado, el fin, no puede sino acabar decepcionado. El Estado es eso que se equivoca aun más que sus propios ciudadanos, que intenta parecerse a todos y acaba siendo lo más extraño. Por eso lo mejor es desidentificarnos. Hacernos nadies, sin opiniones ni pantomimas. Ser deseos huecos carentes de reflexión. Ya que no sabemos nada, sintamos, seamos sentimientos. Y en ese sentir, riamos la ignorancia. Soy un extraño ser apetitivo que se siente. Sé que siento, sé que cuando siento me siento más existente que nunca, el sentir es preclaro, anterior a la reflexión sobre la existencia del sentimiento. Solo eso hay, existencias preclaras. En cuanto nos ponemos a hacer metafísica, creamos cuentos de hadas, que crean nadas, nadas en las que creer, pero nadas, al fin y al cabo.

He aquí la posmodernidad!

viernes, 20 de mayo de 2016

Yuth

Me gustó desde que descubrí que era una de esas mujeres, lo suficientemente inteligentes como para no creer en el amor ¿por qué? quién sabe... las cosas pasan sin un motivo concreto. Somos nosotros quienes al cabo de los años queremos encontrar relaciones entre los acontecimientos pero son solo excusas para consolarnos, es falso. Las cosas pasan y pasan. Y ya. Sin poesía. Sin banda sonora que acompañe. No sentí mariposas ni nada de eso. Ni me quedé con cara de lelo, ni se me ocurrió ninguna vomitiva frase como que descubrí que era el amor de mi vida. Fue mucho más simple. Nació como se forman las crisálidas de aire. Me gustaba, sentí que quería besarla y tocarle la mano y el pelo. Quedarme mirándola fijamente sin que aquello fuera raro. Si el amor era algo real, yo quería enamorarme de ella. No era posesivo ni era intenso. La amaba con el grito que desprende las guturales tripas de una ballena varada. La quería sin más. Ella era un nomeolvides, era todas las cosas tiernas, de pronto. Y otra pregunta nació ¿por qué no iba a gustarme? ¡qué más da! pensé. Me han gustado chicas de tantos tipos distintos, de tantos lugares diferentes. Con ninguna he llegado a ser correspondido quizá, es cierto a sí que qué más dará, ella será una chica más que me guste y a la que yo no guste, no es algo con lo que no esté familiarizado. Me gusta como me gusta el café con leche por las mañanas. Como la lluvia. Como Baudelaire. Como la musicalidad de la palabra "líquido". Pero ella era una de esas mujeres, creo. Una de esas mujeres que no necesitan a hombres a su lado, creo. En fin, qué más dará. Tantas y tantas, y uno nunca aprende. Pero no me pienso disculpar por vivir en esta juventud. Es todo lo que tengo. Tanto como soy. Joven ¡qué le voy a hacer! no soy sino joven, y en mi habla el espíritu de la juventud. Y, a ese espíritu, parece ser que le va ese masoquismo llamado deseo. Dicen que al fin y al cabo todos somos correspondidos algún día. Yo no me lo creo. La correspondencia no existe, tan solo la conformidad después de muchos desplantes. Después de mucho esperar uno dice: ¡Qué puñetas! y se equivocan, oh Dios, ya lo creo que lo hacen. Pero a lo que vamos, esta no es una disertación sobre el matrimonio, el tema es que ella me gusta.
Me gusta con la naturalidad con la que hablo el castellano. Me gusta lo simple que es quererla, me gusta, y este gusto es casi infinito, No sé que más decir.
Will there ever be a nice single thing of mine to tell sometime?

domingo, 15 de mayo de 2016

Solo soy capítulo
un finito ser extinto en el intento por superar
una eternidad bonita en la que instalarme
llover y beber su agua hasta desahogarme
los días tristes nos enseñan a ser páramos
y parados miramos el tiempo que nunca pasa
fijados en un eterno presente, huimos con la muerte
hacia terrenos llenos de serpientes
hacernos los dormidos, siendo sucesión de desvíos
y afirmar el pasado sería débil esfuerzo
el presente es resultado, único e inamovible
el futuro pues es presente, emancipado y taciturno
inflado de valor
valorado en cuanto a nada
elevado a la más alta esfera
el futuro es un negando
gerundio y estrafalario
el futuro es un ahora, que se quiere mejorado

Dormir y en el sueño sorprender al yo soñando

Publicar ese flema turbio
meditar el ser meditabundo
ser el ser que no se comprende
ser el espacio hueco
y en ese hueco, hacer espacio,
por supuesto, para las serpientes
la belleza es el presente
la carencia es el sentido
y sin contenido el mensaje es impertinente
a si que vivir la cosa
la existencia no es más que etérea materia incorpórea que se desvanece
evitar, así, sutilmente, la primavera
e hibernar a la eterna espera,
de que nuestras serpientes
se coman las entrañas mutuas,
y yo ¿qué soy yo?
un algo que se dice vivo
un ser con manos, manos con las que escribo
las palabras vacías que llenan este silencio
lo llenan de imagen
imagen sin contenido.

Donde sólo hay ahora, solo hay la pervivencia del mundo desconocido
y el fenómeno que deviene a mi ojo, es terrible
da escalofríos
y perdido en este río
floto, y me siento vivo
en una corriente helada
porque helada es la serpiente
infinitamente estirada
habiendo devorado a sus hermanas,
repta, existe y me pervierte,
y esta atroz Escila que mi vientre aparente habita
suplica por una carroña
que mi huesudo cuerpo no posee
consciente de su suerte se siente desaparecer
en el final de éste, mi capítulo vital

domingo, 8 de mayo de 2016

Todo suena mejor en inglés, blue boy. (parte 5) FINAL


Pasó como pasan las cosas en la vida, en medio de subtramas más pequeñas y humildes. Sucedió sin que pudiera preverlo, desapareció. Se fue como vino, llegó sola y sola se fue, quizá siempre hubiese estado sola. Quizá nunca hubiese sentido a alguien como cercano. No deseaba ser perseguida ni encontrada. No quería llamar la atención. Solo me dejó un mensaje complicado encima de su cama deshecha y eso que ella nunca se la dejaba por hacer. El mensaje decía:

Para mí tú eres, a falta del título de príncipe, el chico azul; mi chico azul. Esta noche me he metido en tu cama y he visto cómo dormías. He tenido sensación de despedida. Te he robado la bufanda que te compré. Hay unas bragas mías donde la ropa sucia, no las necesito. Si nos volvemos a ver...

El texto seguía con un tachón y al final, en la esquina, concluía: Bye bye.

Podría hacerme el duro pero, lo admito, lloré. Lloré ese día y el siguiente. Empleé mucho tiempo en tratar de descubrir que era lo que ponía detrás del tachón, hasta que no tuve más remedio que aceptar que el mensaje era el tachón mismo y no lo que pudiera haber debajo. Si nos volvemos a ver... y una mancha negra no es una frase especialmente inspiradora pero era la frase que había dejado, era la frase que había decidido dejarme.

Los días que sucedieron a su marcha fueron horribles. Vivía sin vivir. El viento de la calle no me tocaba y el agua de la ducha no me mojaba. Los días se volvieron absurdos. Los marcos de las ventanas y de los cuadros dejaban de ser rectos por momentos y se derretían. Fumaba, y me atragantaba al ingerir comida, me costaba acabar las frases, a veces las dejaba a medias. Pasaban las horas y podía no advertirlo en absoluto, me distraía continuamente y era incapaz de madrugar. Vino una nueva inquilina. Se llamaba Marta, felizmente ennoviada. Al cabo de una semana ya nos acostábamos. Su aspecto me importaba más bien poco pero si queréis una imagen para visualizarla diré que era como un panecillo recién salido del horno, era dulce y gemía en un tono tan agudo que parecía un pequeño mamífero moribundo. No era contraexcitante, lo cierto es que a mi me gustaba. Fallábamos de forma violenta y sucia durante horas. Muchas veces al día, hasta agotarnos. Había domingos que prácticamente no salíamos de la cama. Ella disfrutaba pero era yo quien realmente lo necesitaba, sentía una furia, un hambre voraz por poseer otro cuerpo, solo en esos episodios me sentía algo existente, algo terrestre acaso.
Una vez, al terminar, me sorprendió llorando, yo no me di cuenta de que lloraba, y ella se conmovió. Le pareció tan bonito que estuvo besándome delicadamente durante horas. Días más tarde me ofreció acostarme con ella y con una amiga suya (intuyo, por compasión) pero no salió muy bien. Me corrí muy pronto y acabaron ellas dos haciendolo solas. Luego resultó que su amiga estaba enamorada de Marta y le pidió seguir teniendo relaciones -Marta era heterosexual y no la iba a corresponder si le pedía ennoviarse-. Marta se negó, no quería terminar haciéndole daño: argumentó, pero aun así le partió el corazón. La amiga le dijo cosas preciosas sobre lo que sentía y Marta terminó llorando. Lloraron las dos, en realidad, y acabaron durmiendo juntas en mi cama sin decirse nada más hasta el día siguiente. Se despidieron tras el desayuno. Su amiga la besó antes de irse, le prometió que sería la última vez. Lo escuché todo desde el salón. Después de aquello hablamos.

-Siento todo el lío que se ha montado.

-No tienes que disculparte. Gracias por lo que has querido hacer.

-¡Qué marrón! aun estoy flipando con todo. Soy hetero ¿Vale? quiero que lo sepas. Puedo disfrutar con una mujer pero no soy lesbiana.

No nos mirábamos, estábamos encarados en el sofá hacia un televisor apagado.

- ¿Era la primera vez?

-No, ya lo habíamos hecho antes, ha sido la primera vez que lo hemos hecho estando yo sobria y teniéndolo previsto, eso sí, pero a mi me gustan los hombres. Quiero decir... con ella es como un juego travieso y morboso que gusta más por ser algo tabú que por lo que es en sí; contigo, con los hombres, es algo más serio, más maduro, más... no sé, más íntimo. Creo que no me costaría hablar de todas mis aventuras lésbicas con todo lujo de detalles pero, sin embargo, de mis relaciones contigo no podría explicar nada. Es algo demasiado personal, lo otro para mí no es más que un gesto revelde de mujer histriónica.

Yo no contesté, pero la escuchaba, sentía que, después de varios meses de convivencia por primera vez, era capaz de concentrarme en una de nuestras conversaciones, de escucharla de verdad. Como si después de escuchar la historia de un desamor ajeno, mi pena (si lo que tenía era pena) se hubiera escurrido por las alcantarillas de mi estado consciente.

-Lo que me gusta de ti -continuó ella-. Es que me transmites mucha dulzura, eres violento y grosero a veces pero en el fondo siento que eres tan tierno... eres intenso y furioso pero en tus ojos veo a un niño pequeño sollozando y quiero abrazarlo. A veces pienso ¿Cómo es posible que un niño pueda estar dominándome de esta manera, que tenga esta fuerza y sea capaz de llevarme al éxtasis? Es gracioso ¿no? eres mayor que yo y te veo como a un niño... -Hubo un silencio prolongado, mi mirada perdida parecía decidida a no encontrarse jamás, yo trataba de imaginarme la escena del coito desde el punto de vista de Marta, teniéndome encima a mí mismo y buscando en mis ojos un niño sollozando, me parecía una imagen nada erótica. Ella se ruborizó pronto-. Perdón, no sé porqué digo estas tonterías.

-Antes que tú hubo una chica. Dormía donde duermes tú. Se marchó hace un par de meses...

Empecé a hablar y le conté muchas cosas de Noemí. Le hable de la breve carta y de lo que significaba el tachón. Le conté que me masturbaba con sus bragas y que ella lo sabía y lo consentía. Le hablé de los libros que leía y las infusiones que le gustaban, de sus grupos de música y los bares que solía frecuentar, de sus gestos, de sus verbos ingleses, de su menstruación, de las amigas de las que me hablaba y de sus lunares. Marta me miraba interesada. Creo que hasta estuvo a punto de llorar en un momento de la historia pero no lo hizo.

-Tiene que volver.

-¿Por qué dices eso?

-¿No es obvio, señor Don Me-fijo-en-todo? Tiene que volver a hacer la cama. Por eso la dejó deshecha. Para decirte, tengo que volver aun para hacerla, para estar contigo.

-No. La primera vez que entró en esta casa, la cama estaba deshecha, creo que pretendía decir "yo nunca he estado aquí", la habitación volvía a estar tal y como estaba el día que llegó. Como si hubiese querido recrear la historia de el día del traslado pero sin que ese traslado llegara nunca. Ha querido retroceder en el tiempo y dejarme tal y como estaba antes de conocerla, comprimiendo toda su existencia en un breve texto de cincuenta y ocho palabras y una mancha.

Ahora si que lloraba, a penas un par de tímidas lágrimas. -¿Por qué quiso hacer algo así?

-Me enteré un par de días después, cuando vino su novio a visitarme. Me preguntó si sabía algo de ella. Le había pedido matrimonio hacía un par de días, en casa de sus padres y todo, muy tradicional y eso. Ella no había respondido, tenía que pensarlo, dijo; y nadie había vuelto a saber de ella. Escapó. En el momento en el que me lo contó lo comprendí todo, sus sentimientos y sus pensamientos, desde el primero hasta el último. Se había ido lejos, muy lejos, probablemente a alguna ciudad extranjera sobre la que oyó hablar a su abuelo durante su infancia. No piensa regresar, es un alma libre, cree que su vida y sus actos no pesan nada, que nadie siente especial simpatía por ella y que por eso a nadie ofende con su marcha. Su novio, sus amigos... ella piensa que todos se han limitado únicamente a ver de ella su cáscara, no han conocido su verdadera identidad y por eso siente que al irse no les está quitando una novia, una amiga... sino que solo les quita la imagen de novia, de amiga... y las imágenes no son nada, ni tienen que dar explicaciones. Su cuerpo, sus palabras, sus gestos, sus ideas como algo prestado y ajeno. Para ella su yo trasciende todo lo visible o cognoscible, está más allá de las nubes, y así con nadie está ligada o en deuda. Salvo conmigo, porque yo soy el único que verdaderamente ha estado con ella y la ha sabido respetar su "libertad-como-contenido" como una cosa sagrada. Por eso me escribe una extraña carta de despedida.

-No sé lo qué es cognoscible pero esa chica es estúpida si piensa que no debe nada a nadie, y tú ¿cómo puedes creerte toda esa mierda? Te crees más inteligente que nadie pero creo que, de todos, tú eres el que más la ha visto como te ha dado la gana. Sinceramente creo que de esta casa se ha ido porque estaba harta de ti. Harta de que sólo cogieses sus bragas y no su coño. Harta de que le hicieras todos los cafés y ningún cunilingus. ¡Joder, Alex, eres estúpido! esa chica estaba enamorada de ti y si no la buscas y lo arreglas lo que sea que esté mal con ella serás un... desgraciado toda tu vida.
Mira yo soy una hija de perra que se acaba de follar a su mejor amiga aun sabiendo que ella sentía algo por mí, salgo con un chico gordo que me da lástima y al que, de dejarlo, condenaría a doce horas diarias de shooters on-line y otras tantas de pajas con dibujos japoneses... y tú, sin embargo, me comparas con un tierno panecillo recién salido del horno. Alex, soy la sal de la tierra y tu crees que soy adorable y achuchable porque estoy gorda, soy bajita y achino los ojos cuando sonrío. Pero ¿sabes? soy una persona horrible, a si que tú no te creas todo lo que tu superdotada mente cree o piensa. Te equivocas también, Alex, como yo y como todas las personas de La Tierra, a si que aterriza de tu nave. Admite que esta vez te has pasado de poeta. Has pensado que esta casa era una burbuja de felicidad, que era tu Edén particular, un paraíso lejos del mundo... pero esta casa está en el mundo, Noemí es un ser humano real y te estas inventando una Noemí que no quiere ser buscada para no perder lo que de ella queda en esta casa. Porque es más fácil para ti pensar que ha huido de su novio, a pensar que os ha abandonado.

-No vas a convertir esto en un dramón romántico. Haz con tu amiga lo que quieras, haz con tu novio lo que quieras, reniega cuanto quieras de ser un panecillo, quizá me equivoque contigo pero a ella no la conociste. No puedes decir tan alegremente que no sé nada de ella.




Perdonad que el escritor se entrometa llegado este punto pero lo que continuó fue una discusión que no llevó a ninguna parte, ¿Se equivocaba Marta? ¿Se equivocaba Alex? ¿Qué más da? El hecho es que Noemí se había ido y Alex sentía que no debía ir tras ella, no quiso ir tras ella porque el tachón significaba: "no habrá próxima vez". Marta creía que debía buscarla porque el tachón escondía unas palabras detrás y porque la cama decía "debo volver a hacer la cama y meterme luego en ella contigo". Pero lo cierto es que cada uno veía en aquella situación aquello que irremediablemente debía ver. Aquello que no podían evitar no ver. Por eso su relación se enfrió. En el sexo Marta ya no veía al niño que sollozaba, y Alex no sentía el furioso deseo de hacerle el amor a un fantasma. Ya solo pensaba en una hermosa gerente de un pequeño establecimiento de Lieja llamada Noemí. Que sonreía a la vida, a su soltería, a su felicidad. Acabó por lavar las bragas un día y regalárselas a su exnovio. Los fantasmas nunca desaparecen del todo, pero de alguna manera, un día, uno descubre que en el fondo del pozo vuelve a fluir el agua, que Sawara vuelve a casa y que Murakami puede volver a ser leído. sin recordar a esa chica. Esa chica que nos dijo Bye Bye porque, como todo el mundo sabe, todo suena mejor en inglés.


lunes, 25 de abril de 2016

La existencia es un plato que se sirve vacío


Este es el momento para decirte,
poesía, no eres tú, soy yo,
el antipoeta de los seres muertos

Los seres muertos nos miran desde abajo
con los ojos hundidos y la boca desorbitada
los seres muertos miran a los muertos
y los ven sucios y obscenos

El amor es una imagen del mundo
que se proyecta sobre la nada, plana
escondida la nada solo queda el insecto: amor
y una ciudad deshabitada
La ciudad deshabitada transita en trenes de seis vagones
desidia, comida, rutina, ruido, imagen y sueño

Yo hago el eterno viaje en el sexto vagón,
Algún insensato se sienta conmigo y le hablo entre sus sueños
de relaciones incestuosas y más barbaries freudianas
y en el séptimo vagón invisible, habita un ser recurrente
La poesía de la gente muerta.
los muertos nos miran desde abajo del séptimo vagón inexistente.
y ven a sus semejantes, siendo devorados por un insecto que le poliniza las orejas

Un insecto inventado llamado amor.

jueves, 21 de abril de 2016

Yo también necesito ser muchos para existir.

Quiero casarme contigo cuando se acabe el mundo
quiero hacer tantas cosas, maldita sea
Empiezo las frases con un verbo porque la acción lo precede a todo
Empiezo estas frases sin sentido con el deseo tácito
de casarme contigo cuando se acabe el mundo

Vengo de un planeta extraño
Soy extraño, es lo que trato de decir
Pero no lo soy de manera casual
es que pertenezco a un planeta extraño
y con esta justificación necesita ser suficiente

Tengo un sueño dormido y me veo a mí mismo soñando
soñar en descansar, dormir el sueño eterno
Sentir dormir, vivir la vida que me miento
Jugando a enamorarme de Rimbaud,
sólo por ser uno de esos jóvenes enamorados de Rimbaud.

¿Qué significa que el mundo se acabe?
significa que tal vez entonces nada importe
Y que, si nada importa, bailarás conmigo
Y en una casualidad tonta me creeré capaz
de hablar con esta boca de mudo
a ti, un simple animal finito
de hacernos la amistad un numero finito de veces
donde X tienda a infinito.

Además, si por alguna de aquellas mi estupidez y mi genialidad se ponen de acuerdo
y se van a tomar algo durante... ¿qué sé yo? quince minutos.
Y me dejan en paz un rato
tendré la humanidad suficiente para decirte que me pareces preciosa.
¡Ah si! y que si el mundo se acabara hoy, querría casarme contigo;
Eso es una metáfora. Antipoesía. Y ya. Fin.

domingo, 17 de abril de 2016

Todo suena mejor en inglés, blue boy (parte 4)


Me despierto, no recuerdo nada, nada en absoluto. Ni el día, ni el mes del año, ni nada de nada. Tengo la boca reseca, sensación de suciedad y sudor por todo el cuerpo, una resaca de campeonato y una erección contra el pantalón dolorosa y todo.
Por alguna razón o de alguna manera, una chica está encima de mí. Se despierta al moverme yo. Perdóname. Estoy en una habitación extraña. Era un salón. Había sillones y un sofá, pero yo y mi compañera habíamos despertado del suelo. Por cierto que frío hace. Lanzo un gemido gutural de dolor y cansancio. Me escurro por debajo del cuerpo. No puedo reparar en él, el dolor de cabeza me impide concentrarme en nada que no sea buscar agua.

Alcanzo la cocina. No hizo falta buscarla, sólo la separaba una península del salón. Bebo directamente del grifo. Me mojo la cabeza. La cocina estaba relativamente limpia a si que supuse que no era un piso de estudiantes. Llevo la ropa puesta a si que lo lógico habría sido pensar que no había tenido sexo con esa chica. Ella también iba vestida. Aun así quise pensar que había sucedido. Quise pensar que nos habíamos acostado.

Miro por la ventana. Un tragaluz. Una paloma está sobre una tubería dos pisos más allá. Para saber en qué piso estoy tengo que encaramarme a la ventana, mirar para abajo y contar pisos… y no me apetece, me duele todo demasiado. Me quito la camiseta. Me mojo la cara con el agua del grifo, la nuca y las axilas. Reparo en la chica que me mira. No entiendo su mirada. Diría que es curiosa, algo cansada y un poco molesta quizá… qué sé yo. Habla. Dice algo pero no la entiendo. Estoy ocupado lavándome. Le pido que me lo repita. No lo hace. Parece cambiar de opinión. Viene junto a mí. Me mira intensamente. Yo solo la siento, no la miro. No nos hablamos.

Se aleja, se hace un café que tarda entre tres y cinco minutos en preparar. Se lo toma mirándome. Le quiero pedir uno pero me siento cohibido. Finalmente me decido. Me giro y antes de que empiece a hablar, ella se percata de mi bulto en el pantalón.

-Si te resulta muy violento me tapo. Estas son cosas que no se pueden evitar.

-Está bien. No te preocupes.

Me sorprende que me deje terminar. Yo tardo en hablar, entre frases siempre hago pausas y respiro las palabras, nunca me acelero. He tardado cerca de cinco segundos en callar y ella habló después, suave, con un tono muy poco afectado. Me sorprendió que me dejara acabar. Logra que me sienta cómodo en esa situación, aquello tiene un mérito tremendo porque yo soy muy pudoroso con según que cosas.

-¿Puedo tomar café?

-Sírvete.

-¿Prefieres que me marche ahora?

-No.

No puedo saber si está siendo borde, o si está simplemente molida y no tiene ganas de hablar, o es que era así de concisa siempre. Es muy guapa, rubia, el pelo alborotado, el maquillaje ligeramente deshecho y la camisetilla con borlas y parafernalia variada que lleva estaba bastante arrugada. Aun así su aspecto es tierno, y eso que nunca me llamaron la atención las chicas rubias. Sus ojos son lo más maravilloso: apagados, hinchados, inexpresivos y fríos; hechos de una tristeza de color canela.

-¿Qué hago aquí?

Me decido al final a preguntar. Voy a por la cafetera. Ella me mira sin responder. Bajo unos shorts vaqueros asoman la fina goma de sus bragas que de forma mínima sobresalen a darme los buenos días. Pese a dolerme la cabeza horrores no dejo de pensar en quitarle la ropa y penetrarla sobre el banco de la cocina. Es poco elegante y cortés, lo sé, pero hay cosas que un hombre, a veces, no puede evitar. Es como la gravedad, puedes no hablar de ello pero siempre va a estar ahí. El caso es que mientras desayunaba sólo logré pensar en una única cosa.

-¿Sabes quién soy?

Reflexiono -He muerto y eres Dios.

Reflexiona. –Anoche pasaron algunas cosas ¿Te acuerdas de algo?

-Recuerdo la lluvia.

-Anoche no llovió.

-Entonces no recuerdo nada.

Toma café mientras mira al tragaluz. La imito. Continuo:

-¿Tuvimos sexo?

Tarda en responder. Concentrándose mucho en pensar sus palabras. Yo me acerco al banco me siento sobre él y subo mis pies, acurrucándome contra la pared. Llevo calcetines. No tengo ni idea de dónde están mis zapatillas. Vuelvo de nuevo a la ventana. La paloma se ha ido. Ahora queda la tubería y nada más. De hecho la tubería, sin la paloma, se parece más a la nada que a algo concreto. El animal me ha abandonado con una extraña. ¿He tenido sexo la noche anterior? Por Dios, ¡cuanto deseo que sí!

-No. -Dice finalmente, su voz me dice que es sincera- Pero, si te sirve de algo, me viste las tetas.

-No me sirve porque no me acuerdo. Te importaría….

-No voy a enseñarte mis tetas –adivina mi frase, era una petición poco elegante y descortés, pero quiero matizar que ese ruego no fue producto de la posibilidad que me ofrece mi libre albedrío, las palabras simplemente salieron de mi boca con la necesidad con que caen los objetos por acción de la gravedad- "¿No recuerdas nada de lo que pasó?", pregunta.

-No. ¿Podrías…?

Opto por no acabar la frase. Podía haber sido grosero por mi parte pedir detalles. Aun así ella me los ofrece.

-Ayer nos volvimos muy amigos. Estuvimos bebiendo y bromeando, caminamos por la calle hasta que nos cansamos y vinimos a mi casa. Seguimos bebiendo solos hasta acabar bastante cachondos. Tú te metiste con el tamaño de mis pechos y apostaste a que no podría masturbarte con ellos. Total que lo intentamos, -paró en este punto, reflexiona y añade-, no pude. Aun así tu mencionaste que te gustaban, empezaste a acariciarlos, luego yo a ti y… acabe haciéndote una felación.

-¡Qué locura! Y yo sin acordarme ¿Por qué no acabamos follando?

-No lo sé. Quizá no era buena idea. Hoy es domingo, por cierto, es trece de mayo. Feliz cumpleaños.

-Tengo que ir a casa, ya son las doce pasadas. ¿Vives sola?

-Con mi hermana.

-¿Podemos acostarnos?

-¿Ahora?

-Sí. Bueno. Sí… ¿No quieres? El pantalón me está matando. No quiero salir a la calle así.

-Me encantaría ayudarte pero no es buena idea. Me encuentro fatal, sería una amante pésima. -Pausa- Además no quiero hacerlo con alguien que no me conoce.

-Eres muy considerada. -Me acerco para besarle la mejilla. Ella se mantiene alerta mientras me acero, pendiente de si intento algo raro.- Gracias por el café.

-Me llamo May.

-Yo soy Julio.

Sonríe, es la primera vez que lo hace. –Ya lo sé.

-¿Por qué confías en mí? ¿Cómo sabes que no finjo no recordar nada para no volver a verte o para hacer que me cuentes lo que paso ayer?

-¿Es así?

-¡No, claro!

-No me importa contar lo que pasó ayer. Fue divertido y bastante excitante. Y si quieres  que no volvamos a vernos, podemos no volver a vernos. Te conozco de una noche, tampoco eres nadie irremplazable en mi vida.

-Quiero volver a verte. ¡Dios! Creo que nunca he querido tanto volver a ver a alguien que no conozco.

-Tienes mi número guardado en el teléfono. Antes de irte, cámbiate la camiseta, la tuya está manchada de semen.

-Gracias.



Cuando salí de aquella casa con una camiseta de los guns and roses sentí que mis huesos se habían ensanchado, que mis músculos habían hecho un hueco para dejar crecer un nuevo órgano vital en alguna parte. Un órgano que se alimentaba con las palabras de May y de su silencio. Estar con ella, necesitaba volver a verla. Me invadió una sensación de euforia al salir del portal. El tráfico era denso. No conocía la calle. Tenía que comer con mi familia (¡al fin recordaba algo!) y no sabía dónde estaba. Todo, todo me daba lo mismo.

Decidí pasear pero a las dos calles me sentí fatigado y el ruido empeoraba mi dolor de cabeza. Paré un taxi. Dentro del taxi mi placer era tan intenso que creí que me desmayaría. Quise llamar a alguien, León, Tomás… seguro que había salido con ellos ayer. Fue la primera vez que bebía. Yo nunca bebo. Nunca. No solo es que ya nada a mí alrededor me importara, sino que aquello que yo hiciera también había dejado de valer algo. La muerte misma era banal e intrascendente. Estaba sobre una nube, a tres mil quinientos kilómetros de altura del planeta tierra, vestido con una camiseta de May.

viernes, 15 de abril de 2016

Planosecuencia #1

Escucha esto:


Y serás mi actriz.
Serás mi forma y mi figura


Me gusta la música de Miguel pero no encuentro el ritmo para bailarla.

No le busques un ritmo, tú exprésate.

Pero eso puede hacerlo cualquiera. Necesito anticiparme a lo que venga para poder hacer pasos orgánicos y ordenados.

Escúchala y dime que te sugiere.

Vale.

Estamos en una habitación, cuadrada, acristalada por todas las paredes. Visión panorámica cien por cien.

¿Qué altura tiene el techo?

Sobre tres metros. El techo es de madera, o al menos lo que se ve desde dentro son largas vigas de madera. Está lloviendo por supuesto. Y desde una pequeña ventana en el tejado la lluvia se escurre porque el techo está inclinado. La lluvia es fuerte, casi es una tormenta. Pero el cielo no está del todo oscuro. Viene luz de fuera pero todo el cielo está encapotado. No se ve a nadie. Está todo desierto y estamos tú y yo en la habitación y nada más.

Y ¿qué sucede?

Me siento muy triste. Me siento sola pese a que estoy contigo. Me doy la vuelta, no te miro. Veo la lluvia, una nada muy fría en la lluvia. Me giro y no estás. Me siento abatida de pronto y aunque antes me sentía sola prefería que estuvieses a mi lado a que te fueras.

¿Dónde está esa habitación?

En un colegio. Es muy amplia, es una sala de danza.

¿Puedes moverte? ¿Bailar?

Sí. Bailo, bailo. ¿Qué tal señora tristeza? ¿le gustaría acompañarme? Será un honor bailar con usted. Seré cuerpo, sólo cuerpo, y en mi sonreír nada moverá mis labios. Seré un ser allí. Ajeno a dictado, seré un no siendo, móvil y desenfadado. Baila cuerpo mío, sé mi voz y mi desalojado ser será en tanto que habitante de otra parte. Quiero ser cuerpo y que mi voz surja de las profundidades de un inconsistente presente de imágenes sin especial forma.

¿Qué opinas?

Está bien. Muy bien.

No te ha gustado. No puedo organizar bien los movimientos si no puedo anticiparme y simplemente con algo tan básico como la tristeza no puedo expresarme bien, quiero decir, la emoción no va a ser suficiente.

Ha estado muy bien. ¿Por qué no tratas de pensar qué hago yo ahí para dar algo más de contenido? Creo que te falta concretar, estás insegura de hacer lo que haces.

Es... justo eso. No sé lo que haces ahí. Me haces compañía, compartimos un momento íntimo. No lloro ni quiero llorar pero tú me miras con ternura. No es una mirada tierna como podría serlo la de Miguel, es una ternura contenida, como muy recóndita, muy profunda, sutil y por eso es tan grande. Por lo pequeña que es, se ve que su único objetivo es la existencia en si misma, eso es todo lo que es.

Es todo muy liviano, ¿te das cuenta? La tristeza, la ternura… todo está sin ninguna causa que la justifique.

Los sentimientos a menudo son injustificados, donde algo debería estremecernos, nos deja fríos o donde algo debería gustarnos, nos resulta absurdo y patético… A veces los sentimientos simplemente aparecen porque sí. Sin sentido.

Prueba a jugar con las muñecas y el cuello y no….

¿Y no qué?

Nada. No sé como seguir la frase, no sé qué quería decir.


Eres raro. Joder, eres raro. Bailo….

martes, 16 de febrero de 2016

La admiración perfecta de los seres finitos



Mi naturaleza es la experiencia del ser reflejo. Soy una hedonista enamorada de un reflejo que no puedo sentir sino más real que yo misma. En este mundo de la carencia infinita y de la continua muerte proyectada. Mi ser se articula en un retratarse intensional. La creencia en un retrato que digo mío. Mi cuerpo es perfecto, cuando lo miro no puedo sino fascinarme con él. Jugar a acariciarlo, a pellizcarlo, a morderlo y estirarlo es para mí todo experimento interesante. Lo que más me interesa del mundo es mi propio cuerpo humano.

Tengo la piel tersa, una piel fina y suave, un pelo liso y lacio, tempranamente cano, unos ojos apagados y tristes en la mitad superior de un rostro sin expresión. Una modesta pelusa color castaño claro en las axilas, cuando le da el sol en los meses cálidos en los que me baño al aire libre, el reflejo rubio que desprende recuerda a los capullos de los gusanos que en mi infancia criaba en cajas de zapatos. Mis brazos acaban en dedos articulados de forma atroz, ya os explicaré porqué. Y coronando mis dedos, unas uñas mínimas. Las necesito así para que cuando juegue a pellizcarme no me hagan daño en mi corteza desarrugada. Mi ombligo estúpido antecede a una nueva mata despeinada que adorna con una tierna simpatía una vulva muy corriente. Hermosa a mis ojos. Flanqueada por dos piernas orgullosas de mujer independiente, con unos muslos donde podría escribirse la historia reciente de la civilización occidental, bellísimos como mis tersos glúteos de ninfa egeria.

Reparar en un matiz. Mi tripa solo se pliega cuando me contraigo para hacer caca. Es raro que en otra situación mi cuerpo abandone el estilizado ser largo. Porque la figura de la flexión me provoca la nausea de la contemplación tórrida del sol caliente de una tarde de domingo. La contracción es dolorosa y sucia. Es fea y contraria al instinto original del deseo ¿qué ser debería desearse a si mismo dentro de sí? Tal suposición conllevaría a un deseo de autodevoración y nada me parece más repulsivo que el deseo de meterse uno en uno mismo para devenir el ser menguado. No, el ser, mi ser es una existencia solipsista que nunca sale de mí pues en mí yace todo el objeto de mi interés y estudio. Pero no me intereso en el mediante la reflexión en mí. No me pienso en estructura cartesiana –¡qué hombre más amorfo!-. Sino mediante la estética del espejo. En la estilizada imagen del brazo extendido al infinito. Para hacerlo gráfico, mi estudio persigue el ideal de la extremidad que se estira hasta desgarrarse como un trozo de tela en jirones. Y esos jirones que dejan entrever una carne roja hipodérmica, no sangran, porque la sangre es flexión y desvanecimiento, el ideal de perfección mantiene todos sus miembros componentes sin perder uno solo, si acaso añadiendo más.

Acuso ahora que no he hablado de mis pechos. Mis pechos son lo que más me gusta de mi cuerpo, quizá por eso los olvidé antes, los observo tanto que identifico mi ser más básico con la morfología de mis pechos. Estos por supuesto son lisos y modestísimos, solo describen un pliegue muy rudimentario y básico sobre la carne del costillar, con unos pezones erectos en dos estadios diferenciados de areola y pezón, brillante y erótico. Desde pequeña tengo la manía de cada cierto tiempo, cuando me entra la neura (como la llamo) poner la mano sobre la camisa que lleve, hurgar con ella dentro del sujetador hasta dar con mi pezón y acariciarlo fuertemente con la tela de la camisa hasta ponerlo erecto, dependiendo del día mi neura aparece entre catorce y veintisiete veces. Desde que tengo memoria no ha pasado un día donde no me estimulara los pezones por lo menos catorce veces. No es un acto sucio, tardo alrededor de veinte segundos el endurecerlos, no me parece un caso de masturbación puesto que no es placentero en un sentido erótico sino orgánico, como rascarte una picadura de mosquito o apretar un grano o morderse las uñas o acariciarse la barba… Con la misma naturaleza mis yemas buscan recurrentemente mis pezones y los palpa con ansiosa búsqueda por la rigidez. Mi organismo busca la forma infinita, alcanzar el límite físico del cuerpo para vivir la experiencia entera de su ser.

Así pues y volviendo al estudio por el que escribo: mi ser se busca y siente placer al buscarse en los límites de su figura en el mundo. En ese intermedio siempre etéreo donde mi yo es yo y deja de serlo. Por eso la figura contraída se me representa desagradable, puesto que el lugar donde acaba no es el lugar hasta el cual podría llegar, sino que prefiere encogerse, ser más pequeño, ocupar menor espacio, llegar a sí en su propia consumición caníbal. Mi objeto es un ente que se respeta, se quiere y se sabe perfecto en la languidez de la goma estirada. En la perpetuidad suspendida de una inflexión, la longitud que perdura en el tiempo, donde yo ocupo todo espacio por mí abarcable. Y donde entre el yo y el no yo no cabe ni la nada. Colindando tanto con el no yo que podría decirse que casi lo estoy conquistando, que casi estoy saliendo de mí. El ser que se extiende fuera de sí sin perder su unión es la experiencia más placentera que existe y tal experiencia la obtengo del recurso reflejo. La encuentro en un ser enfrentado a su mismo él fuera, ahora, de sí. Pero espera, ¿Él? He devenido una segunda persona en el momento de mi enfrentamiento conmigo misma y tal persona es masculina quizá causado –aunque la organización estructural de sucesos en “causa-efecto” no me agrade-  por una desviación morbosa que representa tal oscuro deseo de fornicar conmigo misma. Sería un hombre con pechos de mujer y con cara de mujer y con cabello de mujer y, atención a la paradoja, con pene de mujer. Porque yo soy mujer pero en tanto que me veo con un pene y en tanto que la heterosexualidad me empuja hacia un hedonismo kafkiano, mi ser reflejo es una quimera inconmensurable con la que deseo unirme.

La secuencia sería la siguiente. Estaría yo, en una cama. La cama representa la comodidad de estirarse en todas las posturas y maneras y por tanto la cama es el más útil de los laboratorios. Mis pezones están tersos, acabo de frotarlos con un pañuelo de seda. Sobre mí está el espejo. Medio para mi éxtasis. El espejo debe ser único. Si el espejo estuviera enfrentado a sí mismo estaría usando una duplicación horrenda. Un espejo a mi izquierda y otro a mi derecha me llevaría a la contemplación de un número infinito de reflejos y la repetición periódica interminable e inabarcable solo es posible teóricamente y la teoría es reflexión. Habiendo muchos seres semejantes a él (mi reflejo mujer fálica) y a mí, observo una sucesión de seres que por su número me parecen amorfos y por su sitio ocupante (tras el reflejo masculino) me parecen sospechosos, malintencionados y peligrosos. Buscando cada reflejo a la espalda de su anterior me retrotraigo a un infinito en el cual mi imagen queda relegada a la pulga, ¡qué digo a la pulga! Ella tiene más valor que aquello que yo soy en el último de mis reflejos lejanísimos. Y en el perderme lejos pierdo de vista la mujer macho más próxima y me asusta horriblemente cuando mis ojos achinados estaban concentrados en un lugar tan infinito como ficticio y engañoso dando lugar al miedo o mejor dicho, vértigo. Además hay, entre un reflejo y el posterior, un ser de espaldas a mí, que debo ser yo pero que no se me da de frente sino delante, oponiéndose a mí, siendo obstáculo, no cosa que viene a servirme sino cosa que se oculta de mí. Que me aterra con la psicosis de la literatura fantástica. Un doble del que no tengo certeza que comparta mis rasgos, pero tengo la seguridad apetitiva, quizá lógica, de que sí los compartimos, y lo que más me altera de él, de ese yo de espaldas, es que no tenga pene. Que sea idéntico a mí y que me ataque desde atrás a los riñones con un cuchillo que me haga retorcerme y contraerme de dolor mientras él ocupa mi puesto en el plano real de las cosas que entran en el laboratorio. Que mi cuerpo ya no sea hermoso ni vivo, y que otro ser ocupe mi posición. Tal cosa es aterradora y cruel hasta la locura más tártara. No, la flexión del reflejo es un terreno peligroso donde lo infinito se confunde con lo inacabado y la teoría cobra espacio y el alma se enfrenta a caer en el abismo de la trascendencia de lo inmanente o lo divino, tal cosa es reflexión, si caemos en lo divino, nos empequeñecemos por contraposición obvia. Y de lo que se trata no es de hacernos pequeños, sino de estudiarnos en toda nuestra magnitud absoluta, no como ser entre seres ni como ser de seres, ni como parte de un todo ni como un todo de partes. El holismo necesita del solipsismo y de un espejo para mirarse y desde el cual estudiarse.

Realizado este apunte y teniendo claro porqué el espejo no puede flexionarse digo, la apetencia primera de nuestro yo con vulva será concebir la criatura quimérica como un hijo, un hijo suyo que nació inmediatamente en el momento de su exposición al espejo. Y su fin será la unión con tal reflejo. Deseará ver en ese reflejo el ente erector de sus pliegues naturales mórbidos y obscenos. Su relación con el reflejo será pasional y erótica, idealizada; nunca de amor o amistad, porque el amor es compartir el pliegue o la reflexión. Es interesante la analogía, la relación con el amante dura lo que la erección del pene y el coito placentero. Es el oasis aislado. La relación con el amado perdura en la flacidez del falo después del coito. El amor acompaña en la angustia del estadio dubitativo y cuando yo me miro al espejo no tengo dudas, me comprendo y me estiro y alargo los brazos queriendo en mi movimiento meter mi reflejo entre mis piernas, profundamente hundirlo en mi vulva y devolverlo a su estado nonato. Haciéndome con ello a mí más grande, fundiéndome con ese otro yo que me posee y al que poseo en reciprocidad mutua que acaso sea la de la autoconciencia consigo misma. Pero debería hablar de ese reflejo como consciente de sí. En tanto que mi reflejo, es consciente porque yo lo soy pero, espera ¿acaso yo no habré devenido consciente de mí en y por él? Haciendo de mi reflejo mi medio para entenderme comprendo mejor porqué él es mi amante, y porqué es masculino. Sólo es una fase. El reflejo desnacido supera mis debilidades me mantiene tersos los pezones haciendo asomar sus manos por debajo del pliegue mínimo de mis pechos en la carne del costillar. Con su pene erecto empuja mi cavidad umbilical hacia fuera convirtiendo mi ombligo en una pequeña protuberancia sin pliegues.

Devengo en este mirarme al espejo: Uno en tanto que consciente de mí, dos amantes enfrentados en tanto que deseo el uno del otro, ambos al mismo tiempo en nuestra unión de movimiento contra-natal y, en tanto que solipsista, ser igualado al absoluto.