Creo que ha llegado el momento de contar
lo que ha pasado en mi cabeza, a mi alrededor. Mi cambio personal de hace algo
de tiempo. Las aterradoras sombras de este príncipe...
Era un chico tranquilo que venía de un
mundo de fantasía, donde leer era considerado por todos sus semejantes un
entretenimiento harto deseable, se crió entre árboles libres de parcelas, un
bosque de fantasía, magia, sueños... que trepaban como las ardillas por los
troncos de aquellos pinos. Mi reino y mi primer gran amor residen ahí
todavía intactos en la memoria, como el más perfecto de mis sueños.
Y salí de allí con la edad de 10 años,
para entrar en aquel sitio, cuya comparación con el anterior lo degradaba a
asqueroso, rancio, vacuo de toda ilustración de magia, simple, torpe, rudo...
Un nuevo colegio.
Yo quise integrarme, los primeros años fui
con unos y con otros, pero aquel sistema social (porque no os engañéis en toda
agrupación de personas la hay) era una meritocracia donde triunfaban aquellos
bien dotados para el deporte, en concreto fútbol. Es decir mi inferioridad con
respecto al resto era, no solo inevitable sino inminente a mi llegada. Yo
pretendía caer bien iba de aquí para allá sin saber muy bien cual era mi lugar,
no hablaba demasiado, prefería pasar desapercibido y no quedar en evidencia
haciendo o diciendo algo fuera de lugar, yo solo quería encajar, supongo.
Los años pasaron y me integré en este
mundo frío sin demasiados amigos, aunque necesitaba creer que sí los tenía.
Pobre y confusa criatura ilusa.
Fui acostumbrándome a decir de vez en
cuando alguna palabra mal sonante, yo, que jamás había hablado con atisbo de
incorrección salvo la permitida por mis años de inocencia. Me sentía fuera de
mi, sabía que no era yo, pero las especies deben adaptarse en un entorno
cambiante o desaparecer. Llegó la educación secundaria, y se creó (quizás antes
también y no lo noté) el trágico grupo de los "guays" que eran algo
así como la élite, todo aquel que no pertenecía a ella era considerado inferior
y por tanto merecedor de exclusión, burla y desprecio. Y ¿quién en su sano
juicio desearía pertenecer a tal clase? de lo único de lo que hoy me arrepiento
es de no haberlo deseado entonces.
Bueno, el caso es que recuerdo múltiples
anécdotas humillantes de aquel entonces. Aspiraba y ansiaba convertirme en
alguien digno de pertenecer a su grupo y casi podría decirse que años de mi
vida los dediqué a tratar cambiarme. Pero jamás logré llegar a su
"altura". Hasta que maduré (y bien que me costó) y empecé a ir con
aquellos considerados inmaduros, que ironía verdad. Y me di perfecta cuenta de
en la situación en la que había perdido mis anteriores años por ignorar mi
naturaleza alegre y risueña.
Pero al encontrar el sitio donde debía
estar, no volví a mi actitud desenfadada, risueña y alegre, no. Recogí todos
los recuerdos de mi infancia feliz y los guarde en lo más profundo de mi
corazón. Mientras que, mi alma ardía en odio, ira, frustración, desprecio por
aquellos por aquellos por los que me tuve que doblegar a fin de no ser
despreciado y rechazado (aunque muy probablemente así sucedió y a mi espalda se
hablaran especulaciones tal vez falsas, tal vez no).
Odie, odie a todo el mundo con suprema
fuerza, a mi el primero. Por estúpido, por fantoche, por rastrero, por imbécil,
por imberbe.... Y quedé atado a un sentimiento que, quizás me separó de la
depresión: "No toda la culpa había sido mía", no, yo tan solo
era una victima, un esperpento de esta obra de locos que era el sistema,
aplasta o serás aplastado, y la gente habla hoy en día de razón ja! jajajajaja
aquella idea me resultaba tan desconsoladora como cínicamente graciosa y desde
mi posición, junto a los considerados escoria, yo era feliz, y me reía me reía
a carcajada limpia del resto del mundo. Los que antes veía como astros en un
firmamento inalcanzable se convirtieron en pequeñas pulgas molestas a mi
alrededor, como deseaba eliminarlas a todas, de un plumazo. Exterminar a todo
aquel responsable de mi anterior y lastimosa situación, los veía tan
superficiales, tan insignificantes, tan inferiores a mi que no podía sino
estallar en carcajadas en mis adentros lleno de cólera, asco y desagrado. Debía
hacerme fuerte, que aquello que pudieran pensar de mi me resbalara, que pudieran
escupirme a la cara barbaridades sin que inmutase mi temple, o acaso se
sentiría una persona dolor o turbación por los insultos de un animal. Yo era
superior que todos ellos... ellos, simples marionetas del sistema. Así pues
nacieron mis instintos utilitaristas: no hagas nada por nadie que no pueda más
tarde devolverte el favor, y vive por y para ti, no muestres debilidad ante
seres inferiores, rehuye de las relaciones y lazos en la medida que sea posible
pues estas relaciones pueden hacerte sufrir, y sobre todo, vive y guía tu vida
encaminada a la destrucción de este sistema esclavista que tanto te ha hecho
sufrir, hazlo aun a costa de tu vida.
Detrás del arte que creo, se esconde una
psicología demente, despiadada y cínica. Pero de esto, nadie sabía nada hasta
ahora.